Ella era una chiquilla, de 14 años, que después de haber tenido un 2013 desastroso, su mente estaba ya cansada de todo. Errores constituían su pasado, soledad su presente. Y cuando estaba ya al límite, pasó. Él entró en su vida, así como sin querer. El 17 de enero del 2014, a través de una red social. Les separaban 400 km de distancia, pero eso no impidió que él no consiguiera hacerla sonreir de nuevo. Se enamoraron casi al instante, sin nisiquiera haberse visto y a pesar de todas sus diferencias. Con el tiempo ella solucionó los problemas con sus amigas. Y cuando todo parecía perfecto, ocurrió. Ya llevaban ocho meses enamorados, superando la distancia, pero la muerte se presento en el ambiente de él, dando donde más duele. Él quedó destrozado, y desde entonces nada volvió a ser igual entre ellos. Hablaban poco, y sin ganas. Lo terminaron dejando el 23 de noviembre, aunque quedaron como buenos amigos. Mes y medio más tarde, 4 de enero de 2015, se dieron cuenta del amor que seguían teniendo el uno hacia el otro. Volvieron, tal vez fuera un error, o tal vez no. Quisieron olvidarse de los momentos malos pero no pudieron. Y un día, así porque sí, el desapareció. Se fue como había llegado. No se conectaba a Whatsapp, ni le llegaban las llamadas. Como si su número no existiera, como si todo hubiera sido un sueño con recuerdos visibles.
Hoy hacen cuatro días desde que no tengo noticias de él. Sí, tengo miedo. Le sigo amando. 31/01/15

Seguir AutorRecomendar Texto Agregar a Favoritos