Su voz, su jodida voz es lo único que me parece real en este mundo. Su voz es como esa melodía que me fue prohibida por el dolor que causaba en mis mejillas de tanto sonreir, es como ese chaleco salvavidas que me rescata del naufragio y como ese recuerdo que acomoda una sonrisa en mi cara con tan solo recordarlo. Su voz vence a la distancia. Su voz, de esos labios que ni siquiera puedo imaginar de lo perfectos que deben ser, esos labios que quiero besar, morder o, no sé, pero que quiero que sean míos. Su voz, o sus susurros, o sus gritos, o su risa; joder, su risa. Debe ser el trabajo de algún dios perfeccionista o la droga más adictiva que haya existido nunca, la inspiración de las musas o el pecado mortal. Pero su voz, da igual por la mañana que antes de dormir, con ruido de fondo o un silencio sepulcral, ronca o a viva voz; sigue siendo mi creencia, mi fe, mi motivo de existencia.