Yira el mundo, yira en elipses concéntricas,
microsurcos sobre los que apoya una aguja
que lee los manuscritos perdidos en el incendio
de Alejandría, del Reichstag y de Dublín.
Lee la expansión del universo y la concentración
de gases que van a formar una estrella,
lee la mediocridad del rencor y el frescor de
la verdad, lee el caos del eterno devenir.
Yira el mundo indolentemente ajeno
y nada le importa lo que yo sienta.
Yira, Yira...Yira tu cabecita saturada de pensamientos, ideas y datos que causan jaquecas a tu corazón.
Pero alguien que sabe de "reiki" (creo que es así), me ha dicho que dentro de ese gigantesco organismo aún queda alguna humilde célula capaz de dar importancia a lo que sienta determinada gente.
¡¡Camelándote el Tano ciegamente, Beluñí!!