Marta ha salido de casa malhumorada arrastrando pesadamente los pies, mientras baja los escalones de la estación del metro la mochila que carga a sus espaldas le pesa tanto como su propia vida.
Escucha como se acerca el tren tristemente apoyada en la pared, indiferente al resto de la gente que se agolpa en el andén. Sus ojos verdes no fijan la mirada en nada en concreto, ni realmente hay nada que capte su atención a su alrededor.
El calor de la hora punta empieza a marearla, un sudor frío empapa su frente y la mochila se clava en el suelo mientras cae como una marioneta rota... ya no puede más. No es consciente del jaleo que se forma a su alrededor, alguien moja su frente y por un momento nota el agua como se desliza hacia su cuello mientras el mundo vuelve a desaparecer de su vista.
Hace tiempo que decidió matarse poco a poco, busco ver su felicidad reflejada en mí, estaba segura que en algún momento yo se la mostraría. Marta quería ser maravillosa desde la talla 36, creía que enfundarse en esos pantalones, le abrirían las puertas de su autoestima, que los que la rodeaban la querrían mas, pero se dio cuenta que no era suficiente.
Fue bajando de peso, esperando que yo le mostrara por fin la felicidad que estaba buscando. Por el contrario sus fuerzas le fueron fallando, su cuerpo decidió abandonarla en esa búsqueda y la angustia paso a invadirla siempre que miraba su reflejo.
Me dijo que notaba la mirada de la gente por la calle y que tenia la sensación que traspasaba su ropa y que descubrían todas sus debilidades. Yo desesperado la esperaba en todas las esquinas, intentando devolverle en los escaparates, la imagen que ella deseaba, esa seguridad que nunca alcanzaba ver reflejada.
Ahora desde la habitación del hospital, la miro de reojo desde el baño y tengo miedo que se levante y venga a mirarse, porque no tengo nada que ofrecerle, ya que busca algo en mí que no puedo devolverle.
Chica se me ha quedado el bello de punta. Este es un tema muy
delicado y has sabido retratarlo muy bien. Esta historia merece ser leida,
bueno mas bien es necesario.
Aparte de estar muy bien escrito y traernos hasta muy cerca esta terrible enfermedad. Lo que me ha gustado es la novedosa forma de hacerlo; siendo el espejo el narrador de los acontecimientos. Sin duda un buen texto, que no se porqué se me habia pasado. Un saludo
Buitrago, ojalá sea así, si en algo se puede hacer reflexionar sobre este tema, desde luego para mi seria la mayor recompensa. Muchas gracias por pasar a leerme,
Muchísimas gracias Nemo por tus palabras!! tienes toda la razón, el espejo no siempre devuelve lo que ve, pero sus reflejos no tienen doblez, ésta se encuentra sólo en nuestra mente...
Que buen texto y luego la aparición en los diálogos del espejo le dio un maravilloso toque, el tema siempre vigente, que gran manera de describir tu historia fue un gusto leerte.
Uno de los tantos males que hay... el mirarnos al espejo y ver a alguien... a algo más, algo que no deseamos ser. La autoaceptación es el camino, pero cuántos y cuáles son los pasos?