Emanan rayos catódicos de un lienzo de organdí
destrozándole el cerebro al soñador penitente
cuando esconde bajo el sayo sus llagas purulentas
que sin tener la piedad en cuenta
partieron desde la frente
para besar podredumbre de miles de bocas muertas.
Tripas vivas predadoras le comen hasta los huesos,
el hígado fue el almuerzo
para el hambriento intestino
y el corazón, ya dormido,
soñó devorarse él mismo para así ya no sufrir,
mas el alma con su vuelo
lo arrancó de su raíz
y apeló al canibalismo tragándoselo allí mismo
sin compasión y sin duelo.
Alma negra y traicionera, oscura fiesta macabra,
besos negros hasta el centro
de aquel pequeño universo
que ni nació de un Big Bang
ni tampoco de un incesto;
quizá fue algún dios rufián el padre del puto invento,
o quizá fuera el culpable
el tipo que lo escribió,
este tipo tan amable.