Un estallido de rencores mal informados
tiñeron de rojo un mar hasta poco antes azul
que ahora desprende nubes sulfurosas
ocultando una luna casi llena,
derritiendo el aura de la silueta de Lennon
flanqueado por dos corazones de puro amor podridos,
por enviar mal las señales
y comprender mal los recibos.
Besos, abrazos y suaves caricias
yacen en el pozo sin fondo y frío
de la repentina soledad más absoluta,
esa amarga y no deseada compañera
que le hacen a alguien sentirse nada
aunque mil voces, ahora anónimas, le hablen,
y las ganas de facilitárselo a la Parca
resurjan del letargo en que yacen.
El retorno a los fríos se reparte
entre montes con muros de piedra
y monstruos de frío y desleal cemento.
El convencimiento de la inutilidad de un lo siento
y de la ofensa producida por un te quiero sincero
convierte en cánceres los intentos de esperanza,
en bilis los manjares más sabrosos
y el costado en amante de la lanza.
Y en el final del final
solo queda llorar
si se puede.