Del astro rey nos llega un viento helado
que barre los restos de oscuras tardes,
dormita el calor tras siete candados
y todos huyendo como cobardes.
Lista la escena para, sin alardes,
dejar rienda suelta al sentir postrero
de aquellos ratos de torpes alardes,
sin mares cercanos, monte de enero.
Loco verano con luz de febrero
que deja entrever el alma otoñal
de un amargo corazón traicionero.
Queda esperar un invierno certero
que, de un portazo, de punto final
a este mar de dudas tan trapacero.