En la puerta del cielo el corazón
serenado por risas en la hierba,
las pisadas mudas buscaban letras
y el Angel Negro selló la pasión.
¿Cómo iba a faltar la nube coqueta
a mojar celosa el bello aquelarre?,
abriendo paso a los nuevos amantes
la ciudad lució sus galas de fiesta.
De besos de miel preñamos el aire
fundidos por el roce los costados,
fuera de aquello no existía nadie.
Al anochecer tendimos la mano
a malabares y aromas morunos,
y aquella tarde dos vidas cambiaron.