Entró en la habitación. Miró con curiosidad el rodapié,un tramo màs ancho de lo normal recorría la mitad de una de las paredes. Se diò la vuelta para cerrar la puerta; buscando el silencio de la incomunicación.
Encaminó sus pasos hacia la ventana pequeña y estrecha situada a una altura poco convencional que obligaba a ponerse de puntillas para rozar el tirador que dejaba entrar el aire.
No habìa armarios, tan sólo una cajonera descuadrada, en la que los cajones parecìa apilarse de mala manera. El pico de una camiseta de color rojo asomaba de uno de ellos, deshilachada, parecìa saludar al moverse con el aire que entraba por la ventana.
Volvió su mirada al rodapié; la anchura era demasiado grande para que fuera una equivocación.
Se quitó la chaqueta y se remangó la camisa: tenía mucho por hacer.
