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Reflejos

Reclinada en la cama con las piernas cruzadas miraba el armario que ocupaba la mitad de la pared de enfrente.
Así llevaba unos 40 minutos, lo sé porque justo antes de pensar en descruzar mis piernas eché una mirada al reloj que cuelga del tirador de la ventana. Sé que no es normal poner un reloj allì, pero qué le vamos a hacer? Yo no soy normal...asì qué hago esas cosas.
Mientras iba separando poco a poco mis tobillos seguìa sin decidirme del todo a abrir las puertas del armario. Me decanté por posponer la decisiòn un poco màs y cambié de postura en la cama dàndome la vuelta, pero la soluciòn no me ayudo mucho porque seguìa viendo el armario a través del espejo en forma de nube que tenìa al otro lado de la habitaciòn. Es cierto que no lo veìa entero, pero sì lo suficiente para que mis pensamientos no dejaran de orbitar sobre el mismo tema...abrir el armario.
Estiré la mano y rocé el tirador del cajòn de la mesilla de noche, con un dedo seguìa el contorno en forma de estrella.
De pronto bajé los pies de la cama, y apoyando una mano sobre la misma me fui incorporando hasta quedar sentada, tomé aire y me levanté decidida.
Habìa llegado el momento de hacer lo que tenìa que hacer, salir en busca de lo que habìa perdido.
Me encaminé hacia el baño para tomar una buena ducha, el dìa iba a ser largo.
Duchada y vestida me fui derecha a la cocina en busca de Pedro, màs bien iba en busca de las llaves del coche, pero como se lo habìa dejado a él el dìa anterior me tocaba encontrarle para tener mis llaves
-Hola hermanita! Me saludo Pedro sentado a la pequeña mesa que nos servìa de punto de reuniòn entre bocado y bocado.
Seguramente en todas las casas ocurra algo parecido, con mesa o no de por medio, la cocina tiene un no sé qué tan atrayente que consigue juntar a buena parte de una familia en ella.
Yo le miré, mientras le veìa masticar con placer el último donuts de chocolate bombòn que quedaba en la caja pensaba, adios al desayuno...
-Y las llaves Pedro?
Él me hizo gestos visibles que indicaban su habitaciòn, a la vez que masticaba con màs intensidad. Creo que esa fruiciòn moviendo la boca era realmente para chincharme.
Te llevas el coche? Pues mira bien como mastico eso que tanto te gusta!!
Hermanos....
Abrí la nevera y agarré un paquete de galletas que también tenìan chocolate, algo es algo.
Al entrar en la habitaciòn de Pedro decidí evitar el desorden a mi vista y centrarme en las llaves que por suerte estaban encima de la coqueta.
Volvì a mi habitaciòn, metí las llaves en el bolso màs grande que tenìa, y me dispuse a abrir el armario.
Saqué el sobre grande que ocupaba buena parte del tercer estante. Por un instante pensé en volver a sacar su contenido, al final decidì mantenerlo como estaba y meterlo en el bolso también.
Quince minutos después aparcaba en el parque de las piñas, y cargada con mi bolso me planté en el arco de entrada. Caminé exactamente setecientos metros, sabìa de sobra la distancia por las cientos de veces que habìa hecho ese mismo camino.
Miré el banco frente a mì, tomé asiento y respiré mientras abrìa el bolso.
Saqué el sobre y metì la mano palpando el interior buscando algo en concreto.
Una foto en blanco y negro fue el premio a mi búsqueda. Hecha hace mil años ya, en un dìa de verano. En ella aparecìamos un grupo de crìos sonrientes, todos sentados alrededor del mismo banco donde estaba yo.
Miré entorno al banco, buscando algo que sabìa era difìcil de encontrar, pero tal vez mirando bien...
Me levanté y caminé haciéndo un cìrculo, el césped amortiguaba mis pasos, dados lentamente y con cuidado.
Cerré los ojos con fuerza cuando llegué al mismo sitio donde me ubicaba en la foto, me agaché y rocé las puntas verdes que asomaban...nada, allì no estaba.
Agarrando el bolso decidì seguir mi camino, me monté en el coche y arranqué con una última mirada al parque.
Poco después llegaba a la calle Albatros, me planté frente a la puerta de lo que antaño fue el sitio donde mejores perritos calientes he tomado en mi vida.
Ahora era una tienda de ordenadores, el Perrito Loco se habìa convertido en una App Informàtica.
Metì la mano en el sobre y saqué otra foto, ésta en color mostraba una barra y dos personas. A Patri y a mì nos encantaba merendar esos deliciosos perritos los sàbados por la tarde. Patricia era mi mejor amiga de la adolescencia, luego la vida nos fue distanciando poco a poco, como todo en la vida no es eterno, aunque en ese tiempo siempre piensas que nada cambiarà.
Entrando en la tienda con la foto en la mano me acerqué a lo que entonces era una barra, ahora ocupaba su sitio una gran estanterìa lleno de toner de tinta de todas las marcas posibles.
Por intuiciòn me quedé quieta hacia la mitad de la estanterìa, y cerré los ojos esperando.
Al cabo de unos minutos noté algo que me rozaba el brazo y abrì los ojos sobresaltada.
- Perdone, necesita algo? El dependiente me preguntaba mientras yo le miraba sin verle realmente, pues mi mente seguìa vagando en el recuerdo.
-Se encuentra usted bien?. Debìa pensar que me faltaba un tornillo o algo asì, por la forma que me mirò.
Me disculpé y dando las gracias salì ràpidamente de la tienda con la sensaciòn de seguir igual...
Decidí no coger el coche porque mi siguiente parada se encontraba a dos calles escasas de allì.
Di un pequeño paseo hasta el restaurante Don Benito, allì fue donde celebré mi 25 cumpleaños, una fecha difìcil de olvidar porque ese mismo dìa empecé a trabajar, se podrìa decir que me convertì en adulta.
Al entrar todo està exactamente igual que 20 años atràs, con la salvedad de algunos camareros, y el color de las mesas, que ahora eran de un bonito rojo intenso, en vez del marròn oscuro de aquella época.
Pedì un café en la barra, y me encaminé al pasillo de los aseos, pasé de largo los baños y abrí la puerta que habìa al fondo.
El pequeño salòn seguìa practicamente igual que en la foto que saqué del sobre, cortinas largas y marrones, tapando los ventanales que daban a la calle. Mesas largas en forma de ele, con sus sillas tipo trono, y unas lamparitas en forma de setas que daban el toque alegre en cada mesa.
En la foto habìa por lo menos treinta personas, todos màs o menos de la misma edad, menos mi hermano Pedro, quince años tan sòlo....adolescente entre mayores.
Me fui a la mesa en la que habìa celebrado aquél adulto cumpleaños, me apoyé en la mesa como recordaba haberlo hecho durante casi toda la noche. Demasiado excitada durante mi jornada laboral, todo el día habìa sido especialmente intenso, y esa excitación se mantenìa por la noche.
En la imagen aparecìa medio de espaldas, intentando llegar a todas las conversaciones a la vez, con una media sonrisa y los ojos chispeantes.
Puse las palmas de las manos en la mesa y mire las marcas que el tiempo habìa dejado sobre ella.
Cerré los ojos esperando algo, pero lo único que notaba eran los tintineos de los vasos y platos que suponìa llevaban los camareros de un lado a otro del restaurante principal.
Desistì en mi intento y volvì a la entrada principal, en dos sorbos me tomé el café sentada en una mesa, sentìa cierta desazón en el estòmago y decidì comer algo.
Dos raciones después me levanté saciada y salì del restaurante.
Al entrar al coche dejé el bolso en el asiento del pasajero, y me quedé mirando el cuadro de luces del coche. La sensaciòn de búsqueda seguìa en mì, las ganas de encontrar no me abandonaban.
Me encaminé a las afueras, el lago artificial siempre estaba lleno de gente, paseando con perros, niños, o simplemente disfrutando del sol que ese dìa bañaba el cielo.
Un nogàl destacaba entre todos los àrboles que poblaban el margen del lago. Enorme y ancho en su gran tronco, con un hueco en la parte inferior, perfecto para guardar tesoros.
Saqué la última foto del sobre y la puse al lado del àrbol para comparar el tiempo pasado. Practicamente era igual, un pequeño seto a su lado era la novedad en la vida del nogàl, parecía una miga de pan comparado con la grandiosidad de ese precioso ejemplar.
En la foto se podìa apreciar a dos jòvenes de unos treinta años, Miguel y yo.
Miguel me abrazaba por la espalda, sus manos se unìan por delante de mi como si fueran la tira de una bandolera, un brazo por mi hombro y el otro por mi cintura en el lado contrario, ambas manos se juntaban tocando las punta de los dedos.
Yo tenìa la cabeza inclidada hacia un lado, la boca abierta, se adivinaba mi carcajada. Miguel me miraba el cuello, seguramente eligiendo el punto exàcto en el que pretendìa morderme, de hecho luego me tocò llevar un pequeño pañuelo al cuello para esconder el moratòn que eso supuso.
Joven e inocente en tantas cosas, joven y libre de ese peso que luego la vida te va poniéndo encima y no te permite sentirte ligera.
Me apoyé en su tronco, sabiéndo de antemano que lo único que sacarìa de ese momento serìa el apoyo de un àrbol, pero aún asì cerré los ojos y esperé un milagro.
Al cabo de un rato en mi mente sòlo estaba el recuerdo de la última vez que vi a Miguel, y sus últimas palabras.
Me caso en un mes, te quiero pero la vida es asì, mala suerte al dejarla embarazada.
La verdad es que ante su frialdad al contarmelo me sirviò para no sufrir en exceso la separaciòn. A ese tipo de " corazones" una debe tenerlos lejos, muy lejos.
Volvì al coche y decidí regresar a casa, no tenìa màs fotos, ni tampoco energía para màs.
Al llegar me di cuenta de que Pedro no estaba en casa, casi mejor asì, no tenìa ganas de charla.
Fui a la habitaciòn y abrì el armario, guardé el sobre en el altillo, en lo màs profundo, no queriendo pensar en lo inútil de mi dìa.
Me puse el pijama y guarde las llaves del coche en el cajòn de la mesilla. Al ir a cerrarlo algo llamò mi atenciòn.
Asomaba un pico en una esquina, apartando la cartera y los papeles del coche vi completamente aquella foto.
No la recordaba. En ella no habìa gente, tan sòlo estaba yo, con una mano bajo mi barbilla, guiñando un ojo a la càmara.
Mi otra mano descansaba en mi pecho, a la altura del corazòn.
Doce años, esa edad tenìa.
Cogì la foto con las dos manos y me senté en la cama miràndola.
Al observar me di cuenta de algo, cerre los ojos y esperé
Al abrirlos de nuevo no miraba a la foto, miraba al espejo que me devolviò mi imagen.
Una expresiòn que casi no recordaba me miraba desde el otro lado de la habitaciòn.
En ese preciso momento me di cuenta, en ese instante supe que la sensaciòn de querer ser feliz, de mirar la vida con la sonrisa a flor de alma, sólo puedes dàrtela tú misma.
En esa foto mi propòsito era vivir la alegrìa que me trajera la vida con la misma intensidad que la tristeza.
En lo bueno y malo .....vivir.
Recordé que la importancia de las cosas que no hay que olvidar, son a fin de cuenta lo importante.
Me metì en la cama con una sonrisa en mi cara, y en mi corazòn. Después de mucho tiempo tal vez hubiera un camino.
Mientras mis pàrpados se iban cerrando lentamente un pensamiento en forma de pregunta rozaba mi mente.
Qué me dirìa mañana mi reflejo en el espejo?

Suspiré y me di la vuelta...querìa dormir.
Ther26 de enero de 2016

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6 Comentarios

  • Voltereta

    Me gusta mucho tu forma de narrar, a pesar de ser un texto extenso se sigue muy bien y se hace interesante. Parecería un texto sencillo, pero sin duda su trasfondo es importante.

    Un saludo.

    27/01/16 08:01

  • Ther

    Muchas gracias por tus palabras Voltereta.
    Un placer si te gustó el relato, porque el placer al escribir se multiplica al saberse apreciado el texto.
    Gracias de nuevo!
    Saludos.

    27/01/16 10:01

  • Indigo

    Ese discurrir ha siso descrito con habilidad; las fotos e imágenes de la memoria, del pasado, los instantes felices,
    la comparación de los sitios actualmente, el reflejo del espejo y otros detalles, hacen que se sigua el hilo narrativo sin extravíos.

    Saludos.

    27/01/16 10:01

  • Ther

    Muchas gracias Índigo, es cierto que intento enlazar y mezclar los detalles para hacer ver la importancia de ellos en la vida de cada persona. La gran importancia es un@ mismo, y mi pretensión era recalcar eso. La actitud en multitud de ocasiones es lo que determina los caminos.
    Muchas gracias sinceramente.
    Saludos.

    28/01/16 07:01

  • Pbmaria

    Un principio cargado de recuerdos, quizá de añoranza. Un final lleno de puertas para que cada cual interprete lo que ella nos quiere transmitir. Un final lleno de esperanza, lleno de nostalgia quizá. Muchas puertas por abrir y cerrar en ese espejo y ese reflejo.
    Me ha gustado mucho tu relato.

    28/01/16 03:01

  • Ther

    Muchas gracias PB Marìa.
    Todo un abanico a la interpretaciòn y su continuidad.
    Gracias por tu disfrute, un placer para mì.
    Saludos.

    28/01/16 04:01

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