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Ayer y Hoy

Sopas de la abuela, pan rústico, sabor tradicional, croquetas con receta casera, yogures artesanos….y un sinfín de alimentos que nos recuerdan, día tras día, que los sabores del siglo XXI, ya no son como los de antes. He oído muchas veces decir a mi padre, y a gente de su generación, que los tomates de hoy en día, ya no saben a tomate, que la fruta de hoy sabe a un sabor que nosotros, mi generación, llamamos “sabor a manzana”, pero que las manzanas que él recuerda de su niñez, no sabían como las manzanas actuales.

Me resulta gracioso cómo, en el mundo desarrollado en el que vivimos, añoramos los sabores tradicionales, y creo que, la añoranza de los sabores de toda la vida, esconde una añoranza de algo más: de los sentimientos, de la forma de vivir de antes, sin prisas, sin agobios, cuando se saboreaban de verdad las emociones, los momentos….y no se envolvían en cientos de plásticos, como ocurre hoy día con una magdalena. ¿Dónde han quedado aquéllas barras de pan que te daban con la mano?, y nunca pasaba nada. El pan de toda la vida se compraba tal cual, te lo entregaban con la misma mano con la que después cogían las pesetas que dabas a cambio, ¿y el pan sabía diferente? Ahora hemos ganado en higiene, en seguridad alimentaria….pero estamos perdiendo el sabor auténtico de las cosas. Y me pregunto, ¿merece la pena?
Los envoltorios de hoy se llaman estrés, prisa, atascos, horarios, enfados, trabajo…..y envuelven la verdadera esencia del ser humano, que es intentar ser feliz, disfrutar de los hijos, de los amigos, de cocinar, de pasear, de conversar. La falta de tiempo hace que recurramos a platos pre-cocinados, eso sí, con “el auténtico sabor de toda la vida”, al menos eso es lo que figura en el envase. Lo que se añora es porque se ha tenido alguna vez, ¿no?. Los colorantes, conservantes, y demás componentes que hacen que los alimentos actuales sean más saludables ¿?, empiezan a no satisfacernos. Yo misma prefiero no leer los ingredientes de cualquier producto, porque termino por no comerlo. No hay comparación entre el sabor de una tortilla de patata hecha a fuego lento, con una tortilla que se extrae de un envoltorio de plástico (para un apuro, viene bien, pero me reconforta más oír: “te ha quedado buenísima”, a que me pregunten: “¿Dónde la has comprado? Sabe más a tortilla que la que yo compro en tal sitio”, y sólo por ese pequeño momento de gloria, merece la pena haber empleado, parte del escaso tiempo que tenemos, en pelar patatas, y llorar cortando cebollas.
Quizás añoremos los sabores de antes no sólo por el sabor en sí, sino por todo lo que les rodeaba. A mí, los bocadillos de Nocilla, me traen siempre recuerdos de mi niñez, …..y cada vez que huelo ese olor, no puedo por menos de cerrar los ojos y volver a aquellos maravillosos años. Y lo más curioso es que hoy día, soy alérgica al chocolate!!
En el siglo en el que vivimos no tenemos tiempo para cocinar, ni para disfrutar, ni para sentir….Nunca tenemos tiempo para nada. Tenemos acceso al mundo entero, gracias a Internet, al teléfono……, podemos saber de todo con sólo poner una palabra en un buscador, podemos saber cómo llegar al más recóndito lugar con sólo teclear el destino en un GPS,….. pero ¿cómo hacer todo aquello que no depende de un click con una tecla?.

El mundo desarrollado de hoy día avanza en tecnología, en investigación……pero está retrocediendo en el desarrollo del ser humano como persona. La comida es más segura, ¿pero es más sana?, yo a veces, lo dudo.
En el fondo, por muy sofisticado que sea el ser humano actual, donde hoy día la imagen prevalece, los sentimientos primarios no cambian, y la necesidad de la vuelta a los sabores de siempre, no es más que la manifestación de todo ser humano de sentirse querido, y de ser feliz. ¿Nos estaremos volviendo fríos y distantes debido a tanto envoltorio? Confío en que sea sólo en apariencia, porque en el fondo, estoy segura que todo corazón late más deprisa por el roce de unos labios, que por el ruido que produce un envoltorio de celofán. El mío por lo menos, sí. No hace falta regalar una caja de bombones a alguien para decirle “te quiero”, yo prefiero el calor que desprende un abrazo con esa frase susurrada al oído, claro que, como ya dije antes, soy alérgica al chocolate!
Uca16 de diciembre de 2007

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