No son azules tus ojos, pero yo me pierdo en su mar y navego por sus aguas que me conducen a la playa donde, tumbados boca arriba contemplamos el cielo azul, mientras las manos entrelazadas anudan nuestras vidas y nuestros sueños. Cada uno de los sueños se encuentra metido en un globo atado con un hilo, que sujetamos con las manos, y hasta con los dedos de los pies. Cada globo es de un color diferente. Se elevan, tiesitos, y se mueven acariciados por la brisa marina. Parecen inquietos y podrían escaparse al menor descuido. Apretamos los puños, los dedos de los pies son más difíciles de controlar, pero aún así, no se nos escapa uno solo. Nos miramos y sonreímos. ¡Vaya día de playa! Aquí tumbados, vigilando nuestros sueños, mientras el sol acaricia nuestra piel y la gente se para a observarnos.
Él: ¡Menuda idea la tuya!
Ella: ¿Por qué?
Él: Ya te dije que no me fiaba de aquella adivina de la feria.
Ella: Pero todo el mundo decía que era verdad, que convertía los deseos en realidad. Lo anunciaba en su caravana con un gran cartel: PUEDO CONVERTIR TUS DESEOS EN REALIDAD.
Él: Sí, si no te digo que no. Ahora yo también creo que es verdad.
Ella: Sí, yo también.
Él: Quizás cuando nos preguntó qué deseo queríamos que se convirtiera en realidad, no fue lo más acertado contestar: Tenemos muchos sueños en mente y no queremos dejar escapar ni uno sólo.
Ella: Creo que ahí no vino el problema
.
Él: Yo no tengo la culpa de que en ese momento sonara mi teléfono móvil.
Ella: Ya, pero si lo hubieras apagado,
.siempre pendiente del trabajo.
Él: Pero tenía que contestar, ya sabes que tengo que hacerlo.
Ella: Y en ese momento tuviste que preguntar: ¿puedes meter cada uno en un globo de diferente color?
Él: Sí, pero la culpa fue de la adivina, que pensó que se lo preguntaba a ella y no a mi ayudante, que tenía que consultarme cómo envolver los regalos de cumpleaños de mi jefe de forma original.
Ella: Y para colmo le preguntaste que si se lo podría enviar a su casa de la playa
Él: Bueno, en ese aspecto la adivina ha fallado, porque no estamos en la casa de mi jefe
Ella: Menos mal, porque le habríamos estropeado la sorpresa de sus regalos, ¿no crees?
Él: Estoy de acuerdo.
Ella: Te quiero.
El: ¿Sabes? La adivina ha hecho realidad uno de mis sueños.
Ella: ¿Cuál?
El: Querernos pase lo que pase
.¡Ay, se me ha escapado un globo
.!
Ella: Quizás sea porque un sueño ya se ha hecho realidad
¿no?
Buenísimo! Con esto me convenciste: estás tan loca como los demás (en el buen sentido).