Todo se resume a esa mirada.
A aquella que solo se ve en la oscuridad,
Esa oscuridad que siempre es demasiado pesada,
En la que uno ya no recuerda como llorar.
Aquella mirada que grita,
Que pide por favor poder olvidar,
Y se ahoga en su dulce llanto,
De noche, sin poder parar.
Aquella mirada que mata,
Cuando siente que todo se ha ido,
Que ya no le queda nada.
Y cuando se cierran las puertas del alma,
Dejando los sentimientos a merced del tiempo,
Desaparece la tempestad, y al fin, vuelve la calma.