Es el vacío, lo que se queda después. Es lo que sientes cuando no sientes nada. Un hueco en el pecho, entre los sueños y el corazón. Un agujero negro que gira. Una cuchilla que perfora centímetro a centímetro tus pensamientos. Empieza a ser difícil respirar, entre bocanada y bocanada, entre llanto y llanto, respiras con esfuerzo, sufres. Y yo ahora sufro, sufro cada vez que pienso. Cada vez que avanzo en el camino de los deseos, me veo más sometida al dolor. Algo se apodera de mi, como una sábana que se enrolla y no me deja salir. Entonces, te sientes atrapada, y el agujero del pecho se agranda. Cada vez es más profundo, hasta volverse sin fondo. Como un pozo de mentiras, negro por el dolor. No es que no te quede nada, es que te queda el pensamiento de que tuviste algo. No añoras algo que no has tenido… pero cuando te lo quitan, todo… cuando lo necesitas de verdad, solo tienes ese vacío en el que hundirte y llorar, soñando que quizás todo vuelva a ser como antes. Vacío. Vacío… pero que no se volverá a llenar.

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