Nos presentamos al campo de batalla
con más miedos que confianzas,
entre sinuosidades de seda y plumas blancas.
En vez de armarnos con saetas y corazas
nos fuimos sacando todo, todo,
para trenzarnos en una lucha franca.
Tú te agazapaste para dar la batalla
mientras yo enarbolaba mi bandera,
te rondaba y, como un loco, te asaltaba.
Mi embestida fue lenta, osada, resuelta.
Enérgico y valeroso mi embate denodado.
Mi carga intrépida, audaz y temeraria.
Al final, en nuestro campo de batalla,
entre sinuosidades de seda y plumas blancas
ambos ganamos quedando rendidos de amor y ganas.