Maldita Soledad,me Asusté :)
30 de agosto de 2008
por vayatela
Se fue. Abandono con descaro la realidad que disfrutaba mi yo más personal sumido en una inocua felicidad. Simplemente se limito a saltarse todo protocolo basado en la educación, el respeto o el teórico cariño que nos mantenía unidos desde hacia medio siglo y desapareció, aleccionándome sobre la calidad de nuestra relación y su propia persona, mostrando especial dedicación en la parte dedicada a la interpretación gratuita.
El primer encuentro con la realidad aquel día dos de enero fue sumido en la soledad mas hogareña, en la frialdad de una lecho conyugal que cumplía al cincuenta por cierto su finalidad. Despertar y sentir la inmensa soledad de la cama no era una novedad. Su jornada laboral comenzaba con dureza a las siete de la mañana, la mía, sin embargo, terminaba justo una hora antes. Lo máximo que compartíamos eran veinte minutos diarios y los fines de semana. Gracias a una rutina ayudada por cargas de paciencia infinita por parte de ambos no suponía un problema. El tema estaba zanjado y comprendido hacia muchísimos años, ambos, asimilamos que nuestras vidas, pese a discurrir en diferentes franjas horarias, eran plenamente compatibles. Cincuenta años lo demostraban con orgullo en la numerosa documentación que nos mantenía unidos a efectos legales. Pero se fue. Aquella mañana las sabanas se mofaban con descaro de la terrible y continua soledad que se avecinaba. La sufrida almohada recuperaba su forma con paciencia mientras me miraba fijamente resarciéndose tras tanto años de trabajos forzados, incluso el colchón estiraba sus metálicos huesos intentando hacerse notar para hacerme entender que conocía, horas antes que yo, la soledad que ahora padecía.
Parpadear se tornaba a cada instante más doloroso, visualizar la nueva realidad que me brindaba la vida no era nada gratificante. Opte por guardar la compostura, cuidar las formas y no dejarme llevar por una simple sensación. Siempre despertaba solo, y de momento, sin salir del dormitorio no era posible verificar nada. La soledad, al parecer, necesitaba sentirse protagonista y decidió golpearme en silencio mientras dormía para pasar un buen rato cuando su nueva victima comenzara con un nuevo día. Pobre soledad, una simple mirada al suelo de la habitación descarto todo síntoma de huída por parte de mi adorable mujer, decenas de pares de zapatos dormitaban en la oscuridad que les brindaba el colchón. Por primera vez me sentí plenamente orgulloso de destinar mensualmente un tanto por ciento de los sueldos de ambos en dicho menester. Una cantidad un tanto surrealista de zapatos elegidos con sumo cuidado y grandes dosis de elegancia fueron los culpables del llanto de la soledad, que empeñada en destrozar a titulo personal aquella mañana, tuvo que retirarse asumiendo una nueva derrota, colaborando de manera desinteresada pero acertada, en la mejora de la longevidad y calidad de mi matrimonio. Gracias soledad.
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hoy la gente no tiene muchas ganas de leer !!! :)