Somos sardinas que alimentamos la Metrovía de Guayaquil. Rostros serios, ansiosos. Copetes y moños de las señoritas bonitas, uniformadas, con olor a chicle. Todos pegados. Veinte personas desde los cuatro primeros asientos, paradas, tratando de agarrar un espacio de tubo para sujetarse y no caer. Apretujados. No les importa. La prioridad es llegar temprano al trabajo. La primera parada. Salen las sardinas. Se dirigen a la lata más grande y pesada. Hay una larga fila que recorre la puerta hasta el próximo andén. Hasta ahora no sé para qué hacen fila. Y supongo que no me importará después, con tal de ser la primera sardina en llegar temprano a su trabajo.
Velasco Unamuno
Condicionamiento urbano: no hay salida. Muy bueno