Sufren las palabras cuando surgen
rompen el corazón del poeta
apuñalan sin razón el alma atribulada
la desangran hasta dejarla vacía
y escapan cual hojas secas
bailando al vaivén del viento
del invierno que nos ve morir.
Las vísceras del escribidor
se ocultan en sus entrañas
guarecidas del tumulto de la vida
olvidadas en sus incertidumbres
ajadas por el devenir del tiempo
convulsas en el dolor amargo
de la tristeza que le embarga.
Cuando el espíritu se desboca
realiza un viaje a tumba abierta
en el que todo está por perder
y es imposible alcanzar la dicha
de la propia autodestrucción
pues es la vida la que nos destruye
y nos abandona en la cuneta.
Los versos son una maraña
que a traición va asfixiando
a quien intenta darles vida
trayendo su cortejo fúnebre
y el coro de negras plañideras
que murmuran los salmos
del tránsito a la soledad eterna.
Los cuervos señalan el camino
enlutados en su propia ignorancia
agorando el mundo del sosiego
donde sobreviven los miedos
desde tiempos ancestrales
camuflados en los pliegues
de la propia incertidumbre.
Las estrofas velan secretos
de mentes sentimentales
de sucesos acontecidos
en el transcurrir de la existencia
en los sueños de los churumbeles
quizá en las pesadillas de los adultos
que transitan la senda sin rumbo.
El rapsoda se hace cautivo
del amor y de su ausencia
e inventa mundos paralelos
en los que la dicha es eterna
huyendo de la autenticidad
construye imágenes de barro
que al fin la razón desmorona.
Empiezo mi viaje al infierno
mis pies descalzos acarician
el musgo bañado por la bruma
de nada valen mis poesías
en el valle sinuoso del silencio
donde las margaritas rojas
lloran por los versos perdidos.
Me dejas realmente exhausto, me provocas, me arrastras hasta el umbral de mis sentidos... solo puedo respirar.
Es una maravilla leerte.
Saludos.