Sigo el atajo que acorta el camino al infierno, intentando escapar de los pájaros y de las flores, transito el sendero de los helechos, oculto tras la umbría de los viejos eucaliptos. El silencio es una sepultura perpetua que me esconde, que me guarece de la hoguera de las vanidades.
El camino es negro y mate, como un cuervo creado por un taxidermista al que momificó el tiempo. En la bruma no sobreviven ni loas ni alabanzas, fenecen en su propia inconsistencia, mientras un túmulo de huesos descarnados, se eleva cual montaña señalando el horizonte.
Me acaricia el aguardiente la garganta, mientras quema por dentro mis entrañas. Un coro de voces desgarradas llama a difuntos, en esta noche desolada, en que la luna oculta su rostro en un cúmulo de nubes desalmadas.
Polvo al polvo, viento al viento y el tiempo sigue su rumbo, como una ecuación, que mantendrá por siempre su incógnita.
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Hola voltereta. Si eliges un atajo será que deseas con fuerza ir al infierno con una energía que te controla con el fin de descubrirte a ti mismo.
Siempre atraen tus escenarios porque hacen vivirlos intensamente.
Un abrazo