Poco antes de que los domingos fueran amargos
exploraba mundos habitados por sueños,
tal vez fuera un filibustero
abandonado a su suerte,
en los mares atribulados,
donde naufragaron utopías.
Esos océanos profundos
que surcaban ballenas blancas
perseguidas por capitanes
de pata de palo
que desangraban
corazones maltrechos.
Duele tanto la vida
cuando uno muere viviendo
esa cadena perpetua
de una prisión sin barrotes
a la que nos dejamos arrastrar
por miedos ancestrales.
Flanquea el barco su desdicha,
abismos abruptos e insondables
donde encallan las quillas
de viejos marineros,
que perdieron su rumbo
buscando la rosa náutica.
Voltereta. como tu dices, duele tanto la vida, cuando una vive muriendo.
saludos