¡Sopla, brisa de ultramar!
¡conduce al horizonte mi agonía!
¡despiértame del letargo!
que produce la poesía.
Temo la noche ladina
de polillas encendida
ataviadas de terciopelo
que mis sueños acarician.
Domeña el silencio la voz
la reverberación del eco
que transgrede el pórtico
de la eterna musicalidad.
El mundo es un vocerío
sobre un desierto infame
alimentándose del dolor
de las heridas abiertas.
Es la soledad un paisaje
de brumas en las marismas
una pincelada difusa
que huye de la claridad.
Se ocultan mis demonios
en los márgenes del pasado
se camufla el amor
en los paréntesis del reloj.
Me escondo de la luz
esquivo mi propio reflejo
me oculto en los pliegues
del acontecer del tiempo.
La dicha es un ser locuaz
una lengua muerta y voraz
en el renacer de un verbo
esculpido en desdicha.
Temo al cielo y a su azul
a las aves que migran
alejándose de mí
al confín del infinito.
Las olas guían la espuma
la hacen borbotear
como lava incandescente
en todo su esplendor.
¡Escucha el son de la vida!
quizá cobije tu dolor
mientras llega el ocaso
y el mundo se tiñe de naranja.
Algún día volverán las golondrinas
se escuchará el murmullo del viento
los jilgueros y ruiseñores trinarán
aliviando nuestros silencio.
Bellos versos para un canto de esperanza.
Un saludo cordial.