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Tempus Fugit (2/3)

Cuando se acercaban a los dieciocho meses de viaje interplanetario divisaron el gigante rojizo. Pudieron observar por primera vez sin necesidad de artilugios ópticos toda la majestuosidad de Júpiter y los satélites que le custodiaban. En pocos días interceptarían la órbita deseada alrededor del planeta y el técnico encargado de las maniobras espaciales daría la orden a los propulsores para que suministrasen el impulso que haría que la estación espacial se posase en ella. Recorrerían la mitad de su recorrido contemplando su cara oculta y reinterceptarían mediante un último impulso la órbita elíptica de regreso a la tierra.

A medida que se acercaba el momento de posarse en la órbita de Júpiter los nervios empezaron a hacer mella en Oliver, se acercaba el momento más crítico de su cometido, durante ese breve periodo del largo recorrido interplanetario, mientras podría disfrutar de la ansiada vista, las comunicaciones con la estación terrestre se verían interrumpidas y él era el encargado y responsable de recuperarlas una vez el viaje alrededor del planeta hubiese terminado, por primera vez en todo el viaje una gota de sudor frio recorrió su sien.

Las comunicaciones se interrumpieron y una calma fría se apoderó de la tripulación. No había nada más que hacer que contemplar el majestuoso planeta. A esa distancia Júpiter se aparecía como una vigorosa, viva y bella composición de colores terrizos que dibujaban y redibujaban de forma lenta e ininterrumpida curiosas manchas de aspecto abstracto que a Oliver le recordaron a su infancia y las largas tardes de verano que pasaba contemplando las nubes y sus curiosas formas.

A pesar de vivir esa experiencia con el corazón encogido, para nuestro protagonista ese fue el momento más bello de todo el viaje, un momento casi místico, por primera vez se sentía en comunión con el cosmos, mirándolo a los ojos y sin que ninguna influencia externa pudiese romper esa sensación.

Por desgracia ese momento tenía fecha de caducidad. Catorce horas después de perder la comunicación con la tierra la nave saldría de la cara oculta de Júpiter y Oliver debería restablecer el contacto con el centro de control.

Ese momento había llegado, nuestro protagonista armó con la precisión y diligencia que le caracterizaban todos los instrumentos y mecanismos para que las comunicaciones volviesen a ser posibles, pero algo salió mal. El primer intento resulto infructuoso, el segundo también y el mismo resultado se obtuvo en la tercera tentativa. Un silencio casi absoluto únicamente interrumpido por un tenue, pero molesto pitido de fondo, fue la única respuesta obtenida. Poco a poco la preocupación inicial se convirtió en cierta desesperación, la idea de ser náufragos en el espacio era una idea total y absolutamente desalentadora.

Oliver trabajó a destajo y repitió todos los procesos estudiados posibles hasta la saciedad, tanto los convencionales como los de emergencia, y después de dos días de trabajo infructuoso optó por la única solución, o más bien medida extrema, que el manual contemplaba. Programó una baliza de S.O.S que se repetiría de forma radial en todas las direcciones y en todas las frecuencias hábiles de las que disponía el centro de control, esperando que tarde o temprano una de esas señales fuese captada por una de las numerosas antenas dispuestas a lo largo y ancho del globo terráqueo. Mientras tanto el técnico en maniobras intentaría calcular la posición exacta de la nave e intentaría que ésta se mantuviese con la mayor precisión posible en la trayectoria programada al iniciar la misión.

Seis semanas después, cuando parecía que toda esperanza era producto del autoengaño, una voz desconocida habló a través de la radio. El corazón de toda la tripulación dio un vuelco casi al unísono y Oliver se encaramó nervioso al micrófono. La conversación que se estableció terminó siendo confusa por ambas partes, sin que pueda llegar a afirmar cual de los dos interlocutores terminó más sorprendido, pero cuyas conclusiones se podrían resumir del siguiente modo.

En la tierra afirmaban estar a finales del año 2050 y consideraban imposible que quien les hablaba fuese un miembro de una tripulación en misión interplanetaria dada por muerta hacía más de veinte años. Por su parte la tripulación se negaba a creer que por obra y gracia del destino hubiesen dado un salto en el tiempo de casi veintidós años.

Una vez asumida la realidad por ambas partes se prosiguió a la localización precisa de la estación espacial y a la realización de las correcciones de la trayectoria necesarias inducidas por el cambio de la posición relativa de la Tierra respecto al Sol respecto a la considerada inicialmente. Una vez concluido el proceso se determino que su aventura espacial terminaría en poco más de año y medio.

El texto completo en:

arte-llano.blogspot.com
Xavi8615 de febrero de 2009

1 Comentarios

  • Migue

    esta perdiendo lo interesante
    suerte y cuidate

    15/02/09 06:02

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