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La Princesa y Su Sol

Corría el año de mil ciento cincuenta en las lejanas tierras de Escandinavia (ahora conocida como Suecia) cuando cerca del castillo real se escuchó un grito angustiado a la distancia.

- ¡Jack! ¡Jack! ¿Dónde estas pequeñito? No te vayas por favor, regresa…

Eran las súplicas de aquella princesa con sonrisa de ángel que cada vez que osaba sonreír, deleitaba al parecer que un sol fulgoroso irradiaba de su rostro fastuoso.

- ¿Dónde estas cosita? Te extraño tanto, eres mi mejor amigo…

Al oír sus gritos, un paje que se encontraba limpiando un cobertizo cerca de la princesa corrió en su auxilio.

- Princesa, dulce princesa ¿que tenéis?
- Es mi gatito Jack que se ha perdido desde solo Dios sabe cuantas horas y no lo he podido hallar.
- No temáis princesa que inmediatamente daré aviso a todos en el castillo para que lo busquen.

Así pasaron varios días sin que en el reino alguien escuchara los maullidos del pobrecillo Jack.

La sonrisa de la princesa no alumbraba más los corazones del reino y por las noches solo se escuchaban los sollozos de la desolada princesita.

Un buen día después de varias semanas de búsqueda y con esperanzas casi nulas de encontrar al gatito, la princesa se adentró en el bosque. En el camino algunos de los animalitos del bosque la seguían como queriendo animarla, especialmente una manada de venados que al ver a la princesa se amotinaron tratando de llamar su atención. Sin embargo, desgraciadamente la penumbra que invadía el corazón de la bella soberana no le permitió darse cuenta de tal manifestación que le brindaban aquellas creaturas.
Sin embargo después de algún tiempo, la princesa volteó para todos lados y al verse perdida, lo único que pudo observar era una pequeña cabaña postrada al lado de un risco y unos cuantos árboles que no parecían del mismo tono que la panorámica del resto del bosque.

Repentinamente un ruido se escuchó estrepitoso provocando un sobresalto en la princesa. La puerta de aquella cabaña se abrió y una figura vetusta y andrajosa salió de ella.

- Dulce princesa, ¿Por qué os habéis adentrado tanto en este bosque? Es pertinente recordaos que existen ciertas peligros de los cuales ni su gracia real podría salvarla.
- Es verdad, pero en realidad no lo había notado, llevo tanto tiempo buscando a mi lindo gatito que perdí el rumbo.
- Es verdad, hasta acá he oído de vuestra pérdida, pero quiero que sepáis que vuestro gatito ha ido a otro reino no cerca de aquí.
- ¿Qué? ¿Pero cómo? Llevo tanto tiempo buscándolo y usted sin avisarme para que pudiera ir por él…
- Es verdad que mi atrevimiento puede ser castigado severamente paro a parte que los años ya no me dejan moverme como en antaño y aunado a que me encuentro tan lejos del castillo, no quería que trajeran a tan lindo gatito de regreso.
- ¿Qué? ¿Pero cómo es posible? ¿Por qué me decís esto? ¿Qué no sabéis que para mi Jack era mi más grande alegría? ¿No os habéis enterado de cuanto he sufrido por su pérdida?
- Yo se que habéis sufrido, al igual que lo ha hecho él, pero como ha mencionado su majestad… era su más grande alegría, pero no la única. Verá, resulta que en el reino donde se encuentra actualmente el pequeño Jack acaba de haber un enorme incendio, mucha gente ha perdido sus casas, sus posesiones, pero existe una pobrecilla que a parte de eso, ha perdido a toda su familia, ha sido una tragedia espantosa. Llámele coincidencia o un toque divino, ¿adivine quién ha llegado a la vida e esa pobrecita?
- ¿Jack? ¿Mi pequeñito ha ido a hacerle compañía?
- Así es bondadosa princesa, el pequeño ha ido a compensar un poco tan dolorosa pérdida de la niñita.
- Hay mi gatito tan hermoso, ahora entiendo por que no había regresado, como lo extraño, pero no podría arrebatarlo de la vida de la pequeña sabiendo que cumple una función tan importante.
- Sin embargo no quisiera yo que os fuerais con las mando vacías – Dijo la viejecita- he guardado para vos un gran tesoro que solo aguardaba para poder ser llevado en el momento preciso.

La viejecita sacó de un baúl robusto y polvoso un cofre de plata con una cerradura muy especial y dijo:

- Este tesoro solo puede ser para una persona con el corazón tan bondadoso como el vuestro, a pesar de ser tan valioso ha de sorprendeos que algunos otros lo habían despreciado. Este tesoro os acompañara siempre que usted lo desee.
- No sabe como se lo agradezco amable anciana, a parte de darme noticias del paradero de mi Jack me ha regalado éste tesoro tan valioso sin tener por que hacerlo. ¿Cómo le podré pagar tanta amabilidad?
- Tan solo prométame que cuidará de él y que conservará ese corazón tan grande y esa sonrisa tan encantadora que posee.

Con un poco más de tranquilidad y resignación la princesa tomó el cofre entre sus manos y se volvió al castillo donde ordenó a todos que cesaran la búsqueda de Jack, pues ella lo había dejado ir a acompañar a alguien que lo necesitaba más.

Posteriormente subió el cofre a su cuarto para poder abrirlo, paro al percatarse que no podría abrirlo, llamó a uno de sus lacayos y le dijo que utilizara cualquier instrumento posible para poder abrirlo. Sin embargo aún el caballero más fuerte del palacio que fue llamado para realizar dicha tarea, fracasó en su intento, por lo que la princesa tuvo que conformarse con dejar el cofre a un lado de su lecho tratando de imaginar que podría contener adentro.

Ya a la media noche y después de haber llorado un poco por la perdida del bondadoso Jack, la hermosa princesa se despertó pues pensó que ya era de día y es que un fulgor resplandeciente había tomado por sorpresa su rostro.

- Pero, ¿Cómo, si aún no es de día, pues en mi ventana se asoma la misma luna y las mismas estrellas?

Pero dicho brillo no provenía del cielo. Era algo adentro del cofre que se escapaba por los bordes y hacía resplandecer todo el cuarto.

Con un poco de miedo la princesa de hermosa sonrisa se acerco al cofre y pudo ver algo que anteriormente había pasado inadvertido, y es que la cerradura era exactamente del tamaño de su dedo meñique.
Sin mucha premura, colocó su dedo en la cerradura y como obra de magia el cofre se abrió produciendo un destello que se alcanzó a ver hasta lo más profundo del bosque.
Después de semejante destello y con problemas para fijar la vista, la mujercita de belleza encantadora pudo darse cuenta que en el fondo del cofre se hallaba una figura redonda y brillante.

- ¿Pero que será esta esfera? Se preguntó exaltada.
- Soy un sol. Respondió una voz cálida.

La princesa con el corazón latiendo por tremendo susto respondió:

- ¿Cómo? ¿Quién esta hablando?
- Soy yo en el cofre. Respondió el sol.
- Pero, ¿Cómo es que podéis hablar?
- Pues es que no soy como los demás soles, yo soy un sol personal.
- ¿Un sol personal? ¿Y ahora eres mío? ¡Que alegría! Ahora jamás habrá oscuridad en mi vida si tu estas conmigo.

Descuidadamente la pequeña tomo el solo con sus manos sin haber anticipado lo que pasaría a continuación.

- ¡Hay mis manos! Me quema.

Al sentir el ardor en sus manos la princesa aventó el sol por la ventana.

- ¡No! ¿Pero que hice? Mis manos me arden pero no puedo quedarme sin mi sol.

Inmediatamente se asomó por la ventana del cuarto ubicado en la torre mas alta del castillo pero no pudo ver la pequeña esfera resplandeciente.

- Debí haber tenido mas cuidado. Ahora también he perdido el sol que iba a alumbrar mi corazón y me iba a acompañar aún en las noches de tormenta más oscuras.

En ese momento de incertidumbre la princesa salió a buscara su sol a las faldas del castillo sin suerte de encontrarlo.

- ¿Ahora que haré? Se preguntaba. Semejante tesoro y he podido cuidar de el.

Por la mañana muy temprano la princesa de sonrisa modesta, tras dichos acontecimientos, decidió ir a visitar a la viejecilla para contarle lo sucedido.

Ya ahí con mucha tristeza y preocupación le dijo:

- Hay buena mujer, juro que no fue mi intención, pero es que al tomar el sol entre mis manos me he quemado y por descuido lo he arrojado por y ahora lo he perdido. ¿Es que acaso no era para mi tan hermoso tesoro?
- Mi princesa, bella princesa dejadme contaros un poco mas de ese solecito que ha llegado a vuestra vida.
Ese sol ha escapado de otros reinos, ya que quienes lo poseían solo lo querían para que les hiciera favores; para calentar sus posadas, para alumbrar en túneles y cuevas e incluso para calentar las pitanzas de la vendimia en los mercados y jamás se preocuparon por él, nunca le preguntaron como estaba e inclusive algunos lograron amordazarlo y se quedó sin habla.

Es por eso que lo he cuidado desde hace varios años que alguien merecedora de un sol personal pudiera tenerlo.

- Pero ahora yo lo he perdido y no se que hacer. Dijo la princesa angustiada.
- Su alteza, dudo mucho que lo haya perdido. Yo creo que puede estar más cerca de lo que cree. Solo llámelo y verá.

La bella aristócrata corrió de vuelta al palacio y subió esperanzada todas las escaleras del palacio hasta llegar a su habitación, asomó su majestuoso rostro y dijo:

- “Solecito, se que en otras manos no te han dejado brillar, pero es conmigo con quien tu debéis estar” Os prometo que sabré cuidar de vuestro brillo y ahora que he conseguido unos guantes de piel para poder llevarte conmigo sin que me lastiméis podremos estar juntos.

De pronto un fulgor diferente al del magno sol del cielo, que por cierto ya no irradiaba tanto calor, apareció en lo alto adornando la vista del palacio.

- Pero si nunca me he ido hermosa princesita, aquí he estado todo el tiempo sobre vuestro cuarto, no quería irme pero tampoco quemaros, y ahora he aprendido a controlar mi brillo y no te asustaré mas. Solo quiero estar contigo y que me hagáis brillar pues es contigo con quien quiero estar.

La princesa con gran alegría corrió por sus guantes le pidió al sol que bajara hasta ella.

- Venid solecillo, venid y acompañarme en mi vida.

Inmediatamente una duda surgió en la mente de la princesa.

- Pero solo de tan espectacular brillo, dime una cosa. ¿Y si encontráis a alguien más para quien brillar?
- No os preocupéis. Contestó el sol. Mi brillo solo es para quien el núcleo lo haga brillar y no ha existido nadie mas que me haga tan feliz y brillar tanto como vosotros.

Al bajar el sol a una altura donde la princesa pudo alcanzarlo lo tomó entre sus manos y lo abrazó con tal ternura que las aves que se encontraban presenciando tan majestuosa escena empezaron a cantar lo más bello de su repertorio.

Repentinamente moviéndose de un lado a otro el sol le pidió a la princesa que lo colocara en el piso.

- Princesa, princesa rápido ponedme en el suelo que si no ya no me podrás aguantar.

Ella se apresuró y se echó a un lado estupefacta.
Súbitamente un brillo que hizo que la pequeña se llevara las manos al rostro y una melodía que parecía entremezclarse con el viento que soplaba fuerte se hizo presente en el lugar.

Al abrir los ojos la princesa no podía creer lo que veía. En frente de ella se encontraba un apuesto príncipe de traje brillante y dorado.

- ¿Pero que ha sucedido? Preguntó ella.
- Mi querida princesa es que fui maldicho por un hechizo de una horrorosa bruja que al tener el impedimento de amar, hizo que todo el brillo de mi corazón me consumiera hasta convertirme en una esfera brillante. Y solo la acción de y los deseos de una princesa que no solo lo fuera de por título nobiliario sino también de estirpe y alma podían romper el encantamiento.

El corazón de la princesa se llenó de emoción y volvió a sonreír. También unos brillitos muy especiales surgieron de sus ojos.

- Es verdad que yo esperaba tener una compañía ahora que mi gatito ha partido a alegrar otro corazón pero jamás imagine algo así

Como unidos por algo más grande que lo que un poema o una narración podría relatar, el Príncipe Sol y la Princesa de Sonrisa de Ángel se abrazaron en un espacio de tiempo detenido por dos corazones que por fin se habían encontrado.

De ese día en adelante en el reino solo se veía un candor especial irradiado por la dicha de aquella pareja.

La sonrisa de la princesa se volvió mas hermosa aún, pues ahora tenía algo más que la alentaba y la acompañaba en su vida. Y el príncipe brillaba y brillaba y juntos contagiaban a todos a su alrededor brindando alegría y bondad.

Y el príncipe sol por fin encontró quien lo hiciera brillar y aprendió a controlar su brillo y la princesa aprendió que en ocasiones hay que dejar ir a lo que mas uno quiere pues existen otros lugares donde los necesitan mas, pero siempre el cielo nos recompensa con algo que nos brinda alegría y un motivo más por que sonreír.


FIN
Yanzer06 de mayo de 2010

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