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Una Vida un Uniforme

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Una vida un Uniforme
He dejado pasar un tiempo prudenciar antes de relatar lo que me aconteció en el día de ayer. La vida en contadísimas ocasiones te blinda la ocasión de vivir momentos que sin duda formarían parte de los catalogados como sueños imposibles.
Todo ocurrió ayer como he mencionado anteriormente. Acudí a mi puesto de trabajo con la sensación de que iba a ser un día más, pero el destino es sin duda caprichoso tanto le da por golpearnos continuamente como sin más hacer alardes de generosidad y permitirnos volver a esbozar una sonrisa.
Durante nuestra vida podemos pasarnos años en busca de causas perdidas, sueños que una vez que despertemos nos daremos cuentan que han sido simplemente la cita puntual de cada noche. Pero mi destino estaba a punto de hacer un giro de ciento ochenta grados.
En el tiempo que dispongo para la merienda la puerta del comedor se abrió de sopetón, una luz cegadora impregno la sala, apenas se podía distinguir una silueta en el umbral de la puerta. Éramos cuatro o cinco personas las que en ese preciso instante nos encontrábamos merendando. Por suerte habíamos terminado de ingerir los alimentos, y el asombro no fue causa de un posible episodio de obstrucción de la vía aérea.
En breves segundos una figura femenina surgió de la luz, y con una cálida voz que bien podría haber surgido del leve susurro entre dos nubes, pronuncio las siguientes palabras:
- Tengo tu ropa.
Me estaba mirando directamente a los ojos, me quede encandilado ante tales palabras, necesitaba un margen mínimo de tiempo para poder asimilar la situación, cuantas noches persiguiendo entre sueños aquel instante. Cuantas lagrimas derramadas en la soledad de los distintos módulos, cuantos remiendos zurcidos a golpes de aguja, cuantos parches situados estratégicamente y con la mano diestra del que se sabe esquivo en la materia de la costura.
Reaccione y tímidamente me levante de mi asiento, por arte de magia o simplemente por la fuerza del momento mi cuerpo estaba allí de pie, sin ningún síntoma de cansancio, y una cálida sensación de paz impregnaba el ambiente. Apenas tuve fuerzas para despedirme de los compañeros no quería refregar mi suerte, hay que saber hacer de tu dicha humildad, ellos agacharon la mirada y se quedaron en la soledad del cuchitril, sin duda lo que me estaba pasando era un motivo de esperanza para ellos, lo habían visto y ahora podrían conversar y exponer a los demás compañeros el acto al cual habían asistido como testigos mudos.
Irrumpimos en un pequeño habitáculo, todo acaecía a una velocidad vertiginosa, pero yo lo ralentizaba con el fin de saborearlo, poder retorcerme y envolverme en la dicha de la felicidad. Yacían ante mis ojos un sinfín de prendas de vestir y su respectivo calzado. Una persona que hubiese tenido como cualidad la lágrima fácil, se hubiese visto obligada a hacer uso del personal de limpieza con el fin de no encharcar el pequeño paraíso.
Seguidamente me pregunto por la talla, a mí la verdad ya me daba igual todo, si tengo que engordar engordo, y si por el contrario he de pasar hambre pues adelante. No estaba dispuesto a dejar pasar esa oportunidad por un simple problema de densidad corporal. En un principio me ofreció la talla II, algo en mi interior me advirtió y me hizo razonar.
- ¡Antonio!, coge la talla III pues se consciente que a partir de ahora tu vida va a cambiar, la paz interior va a ser compañera habitual en tus quehaceres diarios, y eso sin duda afectara a tu alimentación, por lo que a buen seguro ganaras algunos quilos de más, y si a eso le sumamos que este momento difícilmente se volverá a repetir es conveniente que cojas una talla holgada.
No había más que decir, me quedé con la tres. Tal vez creáis que todo termino hay, ¡pues no!, en un acto de generosidad sin precedentes me hizo entrega de dos uniformes totalmente nuevos por estrenar.
He de reconocer que no pude sostener una pequeña lágrima, quise besarla y abrazarla, pero me daba miedo que solo fuese un sueño. A continuación me ofreció calzado e incluso un delantal, ahí no pude aguantar más y me derrumbe, tome asiento en una pequeña silla con su permiso al fin de no caer al suelo. Una vez recobradas las fuerzas le agradecí el ofrecimiento pero no quería abusar del destino y le comente que con los dos uniformes era más que suficiente.
Nos despedimos, nuestras miradas se entrecruzaron, no fue necesario decir nada más nuestros ojos eran las mejores palabras.
Al no disponer de taquilla (sí, las famosas taquillas) tuve que llevar el uniforme en las manos. Era sabedor de la atención que despertaba entre los compañeros al pasear con la ropa nueva en su envoltorio por los pasillos. Era una mezcla de miradas de asombro, envidia e incluso rencor.
Deposité los uniformes justo en un lugar donde pudiesen ser franqueados por las distintas cámaras de seguridad de las que dispone el centro, de tal forma se alguien los sustraía podría llegar a él mediante las cámaras. Sé que asumí un riesgo, pero quien dijo que la vida fuese fácil.
Tenía ante mí una tarde larga y difícil, pues con tanta dicha se hacía difícil concentrarse, pero siempre que me encuentro una barrera ante mí, pienso en una anécdota que nos ocurrió en el trabajo, y que con el tiempo comprendí que era una señal.
Una de tantas tardes coincidimos tres compañeros/as en el turno, todo era normal a excepción de que los tres evidenciábamos una evidente cojera (no es por presumir pero la mía ya viene de serie) nos miramos perplejos y enseguida lleguemos a la conclusión que el camino se nos iba a hacer largo. A trancas y barrancas pudimos sacar el trabajo, e incluso la gente nos llegaba a dar ánimos, pues al vernos caminar daba por entendido que se debía a un supuesto exceso de trabajo.
Ese día comprendí que siempre se puede, si un ciego puede llegar a ver las cosas con mayor claridad que el mayor de los videntes, y si al fin y al cabo un loco no es más que una persona con un exceso de lucidez ante esta vida tan dura, quien era yo para quejarme por tener simplemente mala pata.

Al final de la jornada recogí los uniformes nuevos, todo estaba en su sitio. Sin demorarme en exceso fui junto a mis compañeros al ascensor con el fin de registrar mí salida. Nada más cerrarse la puerta discerní que había cometido un error, todas las miradas se dirigieron hacia mí, más concretamente a los uniformes que sostenía en mis brazos, acunados como ese niño ansiado que por fin ha llegado.
La tensión era extrema, el sudor se abría camino por mi frio cuerpo. Sin mediar palabra alguna en un descuido se abalanzaron sobre mi persona, el objetivo estaba claro, querían desproveerme de mi ropa(los uniformes se entiende). Solo nos separaba una planta para poder salir al exterior y sentirme protegido por las cámaras. Durante ese espacio de tiempo me vinieron imágenes de familiares que ya no están al lado mío, amigos que sacaron el billete sin retorno e incluso una luz cegadora de la cual surgía una voz como en la película poltergeist, la cual me decía “Toni corre hacia la luz”.
Por fin se abrió la puerta, sacando fuerzas de flaqueza alcancé a escapar del enmarañado de manos armadas de afiladas garras que no cesaban en el intento de apropiarse de los atavíos.

No puedo asegurar con certeza si llegue a marcar en el reloj o no, pero lo que si se es que lo puedo contar, hoy he despertado sin recordar nada de lo que ocurrió una vez salí del ascensor, pero ya nada me importa pues junto a mi yacían los uniformes en sus respectivos envoltorios.
PD: Espero haberos sacado una sonrisa, la vida en la mayoría de ocasiones se lleva mejor si la adornamos con palabras en forma de sonrisas. Si he podido ofender a alguien sinceramente pido disculpas, pero es lo que tenemos los que hemos aprendido en la vida a reírnos de uno mismo.
Es justo mencionar que el día se cerró con el broche de la noticia por parte de la empresa en la cual me ofrecían diez días de vacaciones con el fin de recuperarme de dicho suceso.
Podría adjuntar fotografías pero no es mi intención hurgar en la herida.
Un abrazo y en especial gracias a Busquets que me lo puso en bandeja.
Antonio José Mascaró Pérez.

Ymaska22 de mayo de 2014

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