TT
La oscuridad de aquella celda metálica hacía que su temor aflorara de una manera alarmante. Empezaron a brotarle unas lágrimas horriblemente saladas. Nada que ver con el sabor de las aguas donde vivía… No…

Había sido arrancada de su adorado mar y todo por intentar confiar en esas criaturas que llamaban humanos. “Nunca más” pensó, “nunca más confiaré en un bicho con dos patas…” y los odió con toda su alma.

Gritaba como una demente y se arrastraba de aquí para allá, intentando que alguien la escuchara. Nada. Aquello era una fortaleza impenetrable, esas bestias de metal que llamaban “barcos”… y ella allí atrapada, y su corazón latiendo desbocado. Era absurdo lo viva que se sentía en ese momento, considerando lo cerca que estaba de morir.

Ya resignada se sentó en un rincón y, con lo que pensó era su última reserva de aire y fuerzas, empezó a cantar una vieja canción de su pueblo. Un sereno y hermoso canto de duelo que se solía interpretar en los funerales, para despedir a los difuntos y mostrarles afecto. Y su canto se fundió con el viento, con las olas… y viajó… viajó lejos… hablándole a todos de su dolor…

Pasaron minutos, horas, días… quien sabe, cuando sintió cómo su celda se movía bruscamente. Podía oírlo… Golpes fuertes estremeciendo a la bestia de metal. Gritos de guerra. Sus hermanos, los tritones, habían llegado para ayudarla…

Apenas podía contener su alegría cuando escuchó otro canto como el suyo… sus hermanas, sirenas como ella, estaban ahí… “Tranquila”, le decían, “oímos tu canto y hemos venido a ayudarte… todo estará bien… la esperanza es lo último que se pierde”.

1 Comentarios

Siempre supe q' era una sirena...desde el principiop!...hehehehe...
Buena narración, Zack!..
Un Abrazo!...=)

04/10/09 05:10

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