La princesa vestida de oro
se
agita en el mullido diván,
la reina pudiente en el trono
la mira con gran afán.
¡Hija mía que hubiese
sido de vos!
¡Madre sabéis que lo amaba,
sabéis que lo
quería y aún así
no parasteis hasta consumar vuestra ira!
¡Hija mía cuán ciega vivías!
No necesitaba
vuestro consentimiento,
¿enamorarme de un noble caballero
era el gran error que os causaba tormento?
¿De
qué os sirvió la educación consolidada?
El amor no entiende de
saberes madre,
el amor llega, nace, te invade
¿quién
sois vos para juzgarme?
¡Vuestra madre, niña altiva!
No soy orgullosa como veis,
pues el hablarme aún os
concedo
a pesar de ser asesina de mi amado Alfredo.
-¡Soy quien os dio la vida,
mostradme honra y
estima!
-Perdí en vos la fe progenitora,
cuando
mandasteis soldados en mala hora
a lanzar a mi amado por la
muralla mora.
-Estimado tuyo ese bastardo
a
quien bien poco le ha faltado
para con malas artes desposarte,
y si se llegas a sucumbir ¡que desastre!
-
Vos y vuestra necesidad imperiosa,
de estableceros fuerte y
hermosa
ante un pueblo asolado,
yo tan solo quería
querer a mi amado,
al que vos vilmente y sin reparo
de mi camino habeis apartado.
No habrá bodas ni
esponsales,
no habrá reinos ni pactos reales,
desde
este momento señora
soy hija de la madre superiora,
convertida quedo en novicia
y vos quedais sola con
vuestra avarícia.
ZuCCeTTe
Muy bueno este poema propio del arte de los juglares de la Edad Media. Muy bien logrado, Zucette... y me imagino cant?ndolo los trovadores pos las plazas mayores de los pueblos y las ciudades. !Ol?!.