Tus propias piernas te obligan a sentarte, tienes la piel fría o te vibran los labios o un particular ánimo te invade que sientes caliente por dentro, entre pulmónes y estómago, en la coordenada de donde surge el miedo. Y no transcurre demasiado tiempo antes de que lleguen tocando a tu puerta, y tú ya sabes. Que un accidente, que se cayó la vieja, que comenzó la guerra, que hallaron en su lecho a Pablo muerto y el asesino fue un sueño. Sin llegar a convencerte, imaginas ser ajeno a todo esto, tú no eres nadie, piensas, no matas cuando bostezas, no matas cuando piensas, piensas ¿qué motivo tiene Dios para dedicar el universo entero a tu discordia, a tu tristeza? Y no puedes, hermano, anticristo, seguir, pretendiendo.
Todo el día estuvo nublado, oscuro, fresco y nadie se dió cuenta, porque nadie queda.
Les dí muerte, con mis legiones de seres de fierro, manos de niño, lengua de cemento.