Apenas unas cuantas conciencias, doce o trece, somos verdaderas. Cuando el universo muere y vuelve a nacer, los doce o trece asimilamos, llegado el momento, un cuerpo, otro, luego uno mas, y dictamos una vida entera, luego otra. Y conociendo de antemano las poderosas corrientes históricas, nos da la gana de repente jugar azares extraordinarios, provocando aquí y allá ocasiones interesantes, experimentos culturales, probando nuevas guerras, intentando otros imperios. Puedo contar, por ejemplo, que me ha tocado ser en algunas ocasiones el Huno Atila, de maneras bestiales, espíritu tremendo que gana seguidores dondequiera que muestre la verga. Y Atila el Huno de vez en cuando no persigue fronteras romanas ni germánicos tozudos, a veces se queda en casa bebiéndose la vida entera, a ver que pasa. Incluso cuando fui John F. Kennedy, antes de morir pinté a la multitud un dedo, para ser recordado de otra manera. A nosotros, de cualquier manera, no se nos acabará el ciclo pronto, no se acerca el fin, sobran eternidades para hacer lo que sea. La humanidad, por cierto, se extingue en el dos mil cuarenta.