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Mal Fario (“malfarium”)


Ser sombrío y notarse desprotegido ante la desventura no es tarea fácil, sobre todo cuando intentas que los demás no adviertan lo malo de tu vida, tus ojeras hídricas y la manera desquiciada que tienes a la hora de sobrellevar el vencimiento. Salir a la calle y sentirse expuesto ante un universo que conspira para hacerte la vida menos fácil, creyendo que transitas a merced de cualquier acontecimiento catastrófico, como pasar por debajo de una escalera, y aún sin ser supersticioso, caerte en el cogote un ladrillo que te deja aturdido durante semanas. Pero, cuando uno nace así, con tan mal fario, se va acostumbrando porque no le queda más remedio y porque, a la larga, al daño se le puede echar de menos, se le puede coger cariño. Dicen que la fortuna favorece a la mente preparada, por lo que llego a la conclusión de que mi mente da giros sobre sí misma, y preparada, lo que se dice preparada… pues eso: preparada para recibir un ladrillazo (“el día en que las desgracias hayan aprendido el camino de tu casa, múdate”). Uno de los casos más tremendos de la historia de un “castigado” la protagonizó Roy Sullivan, guarda forestal estadounidense, cuyo mal llamado lucro vital fue el de ser alcanzado nada menos que siete veces por un rayo a lo largo de toda su vida; teniendo en cuenta que la probabilidad de ser alcanzado por un rayo es de una entre tres millones. La primera ocasión que fue abatido el pobre de Roy fue en el año 1942, y entre los años 1969 y 1977 se repartió los seis impactos restantes con suma resignación y preguntándose si alguien ahí arriba estaba jugando con su destino y su paciencia. Aún así, lo que no pudieron hacer los rayos lo hizo una pistola introducida en su boca en el año 1983. En su nota de suicidio se pudo leer: “¡Rayos y centellas!” Otro caso ciertamente insólito fue el de Ann Hodges, cuyo desventurado “logro” fue el de ser abatida violentamente y sin previo aviso por un meteorito. Hay que aclarar que unos cien meteoritos de diversos tamaños entran a ciegas en la superficie terrestre cada año, y que sólo cinco o seis son recuperados por los científicos. Este es el único caso conocido de “golpazo espacial” en toda la historia, y lo ostenta dicha señora que, en el año 1954, cuando estaba echándose tranquilamente una siesta en su casa de Alabama, “un bólido” atravesó bárbaramente el tejado de su hogar, pegándole de lleno en la cadera y dejándola para el arrastre. Casos como estos nos hacen pensar que hay “algo” ahí fuera que se aleja de la omnipotente lógica y cuya función principal es la de ponernos a prueba a base de cachiporrazos e infelicidades; y es que lo más seductor de la desgracia es que gusta de enredarnos entre sus zarpas para hacernos saber que la felicidad es una mentira cuya búsqueda causa todas las calamidades de la vida.
Alexandervortice16 de diciembre de 2012

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