Como un ave que se aleja de su nido por primera vez,
para no volver jamás.
Como un pájaro que vuela sobre la extensión del universo,
para no regresar jamás.
Ella tiene los ojos tristes, pero tiernos;
son dos luceros brillando en la noche.
Su rostro es un océano de paz y tempestad;
extraña paz que desencadena en mí,
terremotos de pasión.
Si existe,
el paraíso tiene que ser algo parecido.
Su sonrisa sincera, esa voz dulce y melodiosa,
que ningún instrumento consigue igualar;
podría pasarme una vida escuchándola.
Sus labios son como una tormenta,
una cálida tormenta tropical que amenaza con desatarse en cualquier instante.
Sus manos, son el Cáliz de nuestra alianza,
renovada y eterna.
Amén.
** para celebrar que hoy se cumplen seis años de mi presencia aquí, reescribo este viejo poema **
