Cuando estaba perdido en el camino me enseñaste la luz,
cuando mi alma estaba congelada en parajes yermos,
germinó la semilla.
Fuiste tierra fértil, agua, luz, alimento de paz y eternidad; amor.
Fuiste la humilde jardinera que buscó en el desierto y encontró la semilla,
el agua, la luz, el calor de vida en el reino de la muerte; si.
Y llegaste como sin serlo, pero lo sentimos, fue la fuerza.
Y viniste para sufrir, reír, amar, en penas de un alma fría, muerta, y
de la oscuridad, humilde jardinera buena, salvaste la última gota de vida,
de amor, de paz sin paz, de dolor en cicatrices viejas, de arrugas y versos muertos.
Y sufriste en este jardín
y reíste; lo sé.
Y la yerba, buena, triste y asustadiza se enamoró de ti, sin palabras quizás,
fue la fuerza.
Creció la vida en el lugar de la muerte, pero
la vida es muerte sin serlo.
La yerba triste busca al sol, el agua, la vida, estremecerse, llorar, reír, cantar, soñar;
y todo eso eres tú,
mi jardinera buena
Siempre es hermoso leerte.
Un abrazo.
Pol.