Recogeré tus besos,
y los guardaré en una urna de cristal,
para no sentirme solo cuando ya no estes junto a mí.
Pronunciaré tu nombre lentamente,
sílaba a sílaba,
y perseguiré al aire que salga de mis pulmones conteniendolo,
para no perderte nunca.
Imaginaré tus labios cálidos junto a los mios,
cada vez que la soledad y la tristeza me desasosieguen el alma.
Conversaré con tus silencios,
cuando las palabras solo sean recuerdos en mi mente.
Inventaré tus recuerdos,
si alguna vez el olvido trata de apartarlos de mí.
Sacrificaré cada mañana una flor que me recuerde a tí,
y la colocaré junto a la almohada,
para que todas las noches al acostarme,
pueda soñar con tu rostro.
Escribiré cada atardecer,
un poema de amor sobre un papel blanco y
dejaré más tarde que el fuego lo devore,
para aspirar las volutas de humo y
embriagarme del contenido de mis palabras;
palabras que en vez de mías serán tuyas,
porque yo las habré escrito para tí.
Los poemas que hablan de firmeza y lealtad en los recuerdos, de silencios y promesas... esos poemas justifican tantos siglos dedicados a la labranza de los versos. En el jard?n de los poetas acaba de nacer una flor m?s.