Doña de dorados cabellos,

ni en fotos entregas mirada.

De noche me gana el deseo

de hacerme un lugar en tu alma.



Regálame besos de anís,

abrocha tu blusa con calma,

no dejes de hacerme feliz,

último favor: ¡no te vayas!



Anhelo me digas que sí,

que inundes de rosas mi casa,

despejes el cielo de día…

y de noche, tus manos blancas.



Impoluta y altanera,

prodigan, soberbias,

su magia,

tus caderas.



¿Quién mitiga esta desdicha

si tú no me correspondes,

y tanto amor desespera?

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