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La Casa de la Colina 38

Me sentí aliviada cuando llegó Lucas a recogerme; primero porque significaba que no se había encontrado con problemas, y luego porque empezaba a encontrar opresiva la conversación con Esther. La entendía; probablemente yo hubiese hecho lo mismo por un hermano, en el hipotético caso de que lo tuviese. Pero el convencimiento de que lo hacía por amor a Lucas no evitaba que me sintiese mal por el interrogatorio al que me había sometido. Aunque insistió para que nos quedásemos a comer, yo quise marcharme. Lucas me contó que había dejado en el laboratorio el cepillo de dientes de Jaime y un trozo de tela manchado de sangre que encontró en el sótano. Y aquello me hizo recordar aquella extraña noche en que Jaime cayó enfermo. Lo comenté con Lucas.
-Creo que esa tela que encontraste proviene de la camisa de Jaime. Llegó a casa con el jersey y la camisa agujereados, como si se hubiese enganchado en algún sitio.
-¿Y se había hecho heridas?
-No que yo sepa. Por eso me extrañó que hasta los bajos de sus pantalones estuviesen manchados; como si hubiese estado caminando por charcos de sangre.
-Bueno, en cualquier caso saldremos de dudas cuando acaben de analizarlo. Me han dicho que en tres o cuatros días me llamarán para decirme algo.
Ala llegar a casa, cuando estábamos entrando, Lucas me preguntó qué había pasado entre su hermana y yo.
-No te entiendo. ¿Qué iba a pasar? Nada, estuvimos hablando, tomamos café.
-Había mucha tensión entre vosotras cuando yo llegué. ¿Qué te dijo Esther? La conozco y puede ser muy entrometida cuando quiere.
Intenté quitarle importancia al asunto, no quería causar problemas entre los dos hermanos; pero se que él se quedó preocupado. De todos modos, no era asunto mío, que él llamase a su hermana si quería hacerlo.
Los días siguientes no ocurrió nada digno de mencionar. Simplemente esperábamos los resultados del laboratorio, y tratábamos también de no exasperarnos mutuamente. Se puede decir que habíamos establecidos unas normas básicas de convivencia y nos habíamos habituado de nuevo a nuestra mutua presencia. La actitud de Lucas respecto a mi había cambiado; ya no estaba continuamente intentando herirme con sus pullas y comentarios. Y yo tampoco estaba siempre a la defensiva; me había relajado más. Por momentos me parecía que el tiempo no había pasado y éramos todavía aquellos jóvenes que hacían planes para una vida juntos. Pero entonces la realidad me golpeaba de nuevo y me hacía poner los pies sobre la tierra.
Un par de veces salimos a caminar por los alrededores de la casa. Era una suerte que estuviese en las afueras, en los límites ya del bosque cercano. Cuando no llovía era muy agradable pasear por cerca del río e incluso internarnos en el bosque, aunque llegásemos a casa con los zapatos mojados y ateridos de frío. En esos paseos Lucas cambiaba y estaba más cerca del joven que yo había conocido. Se reía, bromeaba, me tomaba del brazo para ayudarme a salvar algún tronco o tiraba de mí para subir una cuesta especialmente empinada. Una tarde incluso me contó su soledad después de la muerte de sus padres.
-Se murió primero mi padre. Es curioso, nunca me llevé bien con él, pero cuando me faltó sentí un profundo vacío en mi vida. De repente ya no tenía a nadie con quien pelearme ni que me dijese que era un cabeza de chorlito y un majadero que estaba tirando su vida por la borda.
-No le gustaba que fueses policía-afirmé.
-No. Dejó de hablarme más de tres meses cuando se lo conté. Pero creo, o quiero creer, que al final llegó a estar orgulloso de mí. Nunca me lo dijo claramente, pero a sus socios de despacho les hablaba de mi trabajo con orgullo.
Apreté su brazo en un vano gesto de consuelo.
-Y cuando al año siguiente fue mi madre la que se murió me di cuenta de que, salvo mi hermana, ya no me quedaba nadie en el mundo que me importase.
Le entendía bien. A mi me había pasado algo parecido cuando mis padres murieron en un accidente de coche. Siguió hablando en voz baja, ronca, sin mirarme, deteniéndose en romper las hojas de una rama que estaba en el suelo.
-En aquellos momentos te eché mucho de menos. Me hubiera gustado llamarte, hablar contigo, sentir que estabas cerca.
-Pero no lo hiciste-afirmé.
Él se encogió de hombros y se puso en pie. Me ayudó a que me levantase del tronco en el que nos habíamos sentado. Echamos a andar, de vuelta a casa. Se había levantado algo de viento y el cielo presagiaba lluvia.
-No me has contestado.
-No era una pregunta, me pareció que más bien me acusabas.
-Claro que no te acusaba, Lucas. Siempre estás a la defensiva. Lo que quise decir es que pudiste haber recurrido a mí, porque te hubiese dado mi apoyo, o al menos lo habría intentado.
-Más bien lo que necesitaba era olvidarte.
Una pregunta me quemaba la lengua, pero me daba miedo hacerla. Fue él quien me sacó de dudas.
-Si me vas a preguntar si lo conseguí, creo que sabes la respuesta. No, por más que lo intenté. Aunque lo escondí cuando tú llegaste, no me importa confesar que todos estos años tuve tu retrato en mi cuarto, al lado de mi cama. Y puedo asegurarte que tu cara era lo primero que veía por la mañana al despertarme, y lo último que miraba antes de dormir.
-Lo sabía.
Se extrañó, y le expliqué la conversación que había tenido con Martín. Se echó a reír.
-Qué crío tan deslenguado. Su madre era igual de pequeña.
Me estremecí de frío; a pesar de mi abrigo grueso el aire helado me calaba los huesos y me hacía tiritar. Lucas me pasó el brazo por encima de los hombros y me atrajo a su lado. No me resistí. Había soñado durante mucho tiempo con sentir de nuevo su calor; aquel contacto cálido y cercano que no había podido olvidar a pesar del tiempo transcurrido. Estaba anocheciendo ya, a pesar de que apenas eran las seis de la tarde; y de repente sentí deseos de encerrarme en la casa de Lucas, al lado del fuego, y esconderme de todo aquello que me estaba desestabilizando y dando un giro a mi vida. Él me entendía; nos conocíamos tan bien el uno al otro que era imposible que nos ocultásemos cosas. Me retiró el pelo de la cara, y acarició mis mejillas en un gesto tranquilizador. Volvía a ser mi Lucas, el que yo había querido, y a quien tampoco había podido olvidar.
-No te preocupes demasiado. Las cosas van bien; creo que pronto podremos llegar a algunas conclusiones. De entrada, me han llamado esta tarde del laboratorio. El ADN de Jaime coincide con el que han encontrado en el cadáver de la muchacha francesa.
-Entonces no hay duda de que él es el asesino.
-Existen muchas posibilidades de que lo sea. Pero no podremos usarlo para llevarle a la cárcel; aunque si para saber a quien nos enfrentamos. Pero hay más.
Se detuvo para encender un cigarrillo, y tuvo que colocarse detrás de un árbol, porque el viento apagaba la llama de su encendedor.
-Mañana tenemos que ir temprano a hablar con Blanca González, la jefa de laboratorio. Ha encontrado algo en el trozo de tela que le dejé que no quiere comentarme por teléfono.
Beth13 de enero de 2011

8 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Amita imagine en color esa escena en el bosque, Marta y Lucas hacen muy buena pareja, te digo algo, en el arbol donde se recostaron estaba yo agazapado lanzándole hojitas.
    Me esta agradando la relación que se esta retomando.

    Un gusto enorme volverte a leer.

    Pd. Me pondré al día con los demás capítulos en cuanto pueda.

    Sergei.

    13/01/11 03:01

  • Beth

    Tranquilo, gatito. De momento todavía no ha ocurrido nada irreparable o digno de mención. Pero es mejor que estés preparado, puede que pronto te necesiten..

    13/01/11 06:01

  • Norah

    Me retiró el pelo de la cara, y acarició mis mejillas en un gesto tranquilizador. Volvía a ser mi Lucas, el que yo había querido, y a quien tampoco había podido olvidar. ..cada vez mas me enamoro de Lucas, pero quiero saber y pronto, lo que tiene Blanca Gonzalez que decir, beso grande.

    14/01/11 03:01

  • Beth

    Lucas me ha salido un poco primitivo y animalete, justo es reconocerlo, pero tiene su encanto. Besos, querida Norah

    14/01/11 08:01

  • Norah

    Pues entonces, me estoy volviendo primitiva y animalete, como decis vos haha, beso grande.

    14/01/11 08:01

  • Beth

    Ah, pero a las mujeres a veces también nos gustan los hombres así, ¿no? Está bien la dulzura combinada con un poco de dureza de vez en cuando. Yo creo que en el fondo, este chico teme descubrir demasiado sus puntos débiles...

    14/01/11 09:01

  • Norah

    Yo creo tambien que tantos años de feminismo mal entendido, han provocado ese efecto en los hombres, tontos, no saben como los amamos mas en sus supuestas flaquezas.Beso grande.

    15/01/11 07:01

  • Beth

    Es que querer a alguien perfecto es demasiado aburrido. Quizá lo digo porque yo soy la imperfección hecha mujer...si, creo que es por eso. Cuando se quiere hay que hacerlo no por los defectos del amado, pero si con ellos. Van incluidos en el lote

    15/01/11 08:01

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