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La Real Orden de Las Perdularias 4

Amar duele mucho y es un inconveniente que yo no esperaba ya; pero la vida nunca avisa cuando golpea. Simplemente lo hace y a nosotros, pobres mortales, nos toca mantenernos en pie después de que nos golpea. A mi el primer golpe serio que me dieron fue la enfermedad de mi hijo. Después de cierta edad y de ver morir a personas cercanas, las personas con una media de inteligencia normal somos conscientes de que nuestra estancia aquí es pasajera. Cada vez que iba al ginecólogo y yacía espatarrada ante ese hombre de rostro circunspecto al que exponía como a nadie mi más recóndita intimidad, me preparaba mentalmente para que me dijese que tenía cáncer de útero o de mama. Es curioso, pero nunca pensé en tener cáncer de pulmón o de colón, o de piel, o un ataque a corazón. Supongo que es debido a que tengo presentimientos y en mi fuero interno sé que me moriré de cáncer de útero o de mama; quizá porque soy cáncer, signo femenino por excelencia.
Pero no estaba preparada para que fuese mi hijo mayor quien tuviese su vida pendiente de un hilo por un cáncer. Él no. Era un armario de cuatro puertas que sin inmutarse levantaba cien kilos de peso. Era mi hijo, era mi niño, y no se podía morir. Cuando tuve la certeza de que si se podía morir, también tuve la necesidad de contárselo a las Hermanas Perdularias. Y ellas me ofrecieron lo que podían darme: su apoyo, sus oraciones, su cariño y sus lágrimas. Llorar sola es una desgracia, pero hacerlo acompañada es un alivio. Muchas de ellas encendieron velas por mi hijo; otras oraron o pidieron a sus personas allegadas que lo hiciesen. Las lentejas que mi hijo se metía entre pecho y espalda después de la quimioterapia se hicieron legendarias e incluso le pusimos nombre al bicho inmundo que me quería arrebatar a ese hombrón que me sobrepasaba al menos en treinta y cinco centímetros pero al que había llevado dentro nueve meses. Le llamamos Edelmiro, y eso me parecía mejor que darle su verdadero nombre: cáncer, linfoma de Hodgkings. Hoy ya puedo hacerlo, entonces no.
Todo ese sufrimiento me sirvió para entender que la vida es breve y hay que intentar rodearse de gente que merezca la pena.
Beth08 de marzo de 2012

14 Comentarios

  • Endlesslove

    Bueno, me vine corriendo a leer esta entrega y ya no me reí como venía haciéndolo, pero indiscutiblemente que bueno es tener amigas de verdad, no solo para reírnos sino para compartir nuestras penas. Dicen que el dolor compartido es la mitad de una pena.
    Aunque no perdieron el humor, me gustó el nombre que le pusieron a esa enfermedad
    Un placer leerte Beth, me encanta, ya lo sabes
    Un abrazo fuerte

    09/03/12 02:03

  • Davidlg

    Hedelmiro Jajajajajajajajaja a mi me sigue pareciendo graciosa, a pesar de que Hedelmiro acabó con varios de mis familiares; empezando por mi abuela materna. Una vez que las heridas se cierran la vida parece más grata. Cuando falleció mi padre, un sacerdote llegó a la casa para decir unas oraciones por su alma y para abrir la letanía dijo: "Dios siempre escoge lo mejorcito y se lo lleva con él". Todos los demás seguimos vivos así que... en fin. En ese momento me sentí culpable porque me dieron ganas de reír, pero como hacerlo, mi padre yacía muerto a unos metros, y por una situación muy dolorosa. Después siete años hoy lo recuerdo y al menos ya me puedo reír sin culpa. Saludos!

    09/03/12 04:03

  • Febe

    Te he leído y lo siento en mi alma.Bella y valiente Beth.

    09/03/12 04:03

  • Beth

    Bueno, en este caso querida Susana, no ha habido exageraciones ni invenciones. El joven es mi hijo y esto sucedió el año pasado. Lo bueno es que ya está bien, hemos mandado a Edelmiro a freír churros y mis Hermanas Perdularias han sido mi mejor apoyo. Se gastaron una fortuna en velas y en llamadas telefónicas. Y rezos, unos cuantos

    09/03/12 06:03

  • Beth

    El tiempo lo cura todo David, aunque es verdad que el vacío de los que se han ido nunca se llena

    09/03/12 06:03

  • Beth

    Muchas gracias Febe. De valiente no tengo nada, pero cuando la vida te pone a prueba de esa manera no nos queda más remedio que ir hacia delante como sea.

    09/03/12 06:03

  • Buitrago

    Buen texto solo o seguido del resto
    Un gusto leerte

    Antonio

    09/03/12 07:03

  • Laredacción

    Me has emocionado con tus letras. Magnífico texto.
    Un beso.

    09/03/12 12:03

  • Danae

    Beth, mucha emoción en tu texto, que sabes transmitir de una manera digna y a la vez cálida, como eres tú, amiga.
    Es cierto que un dolor compartido es menos dolor ... Llevar sola el peso hace la carga insoportable.
    Qué fuertes podemos llegar a ser, sin ni siquiera imaginárnoslo, ¿verdad?
    Un gran beso, corazón.

    09/03/12 05:03

  • Neogrekosay2012

    Recibe mi admiración y mis mejores saludos.

    09/03/12 10:03

  • Beth

    Muchas gracias Antonio, un beso

    11/03/12 09:03

  • Beth

    Esteban, es un honor que me leas. Un beso y mi agradecimiento

    11/03/12 09:03

  • Beth

    Querida Danae, en la vida a veces por débiles que seamos no nos queda más que apretar los dientes y continuar adelante. Te envío un beso y un abrazo enorme

    11/03/12 09:03

  • Beth

    Neogreko, sabes que para mi es siempre un placer recibirte por aquí. Un abrazo

    11/03/12 09:03

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