No hay preguntas ni respuestas.
Sólo un inmenso deseo
que nos recorre desde los pies
a la cabeza, que se moja
en lluvia plateada
y viene a morirse a tu boca
para dejar atrás esa tristeza
que no se nombra, que no se toca.
No hay Ayer ni Mañana.
Sólo tus manos que me
moldean trazo a trazo, tu boca
en mi boca, tu piel quemando
la mía y mil gritos callados
que de mi garganta brotan.
No hay sol, ni lluvia,
ni viento del norte, ni
nieblas ni brumas.
Sólo tu cuerpo y el mío
que sin hablar a todas
las preguntas se responden
aún en medio de nuestro desvarío.
Y a ti me acomodo
con mil caricias perdidas
de las que no sé el nombre,
con besos que saben a miel,
a soledad compartida y a
mil madrugadas de espera
velando en silencio,
temiendo y rogando,
esquivando llamadas
que nunca se esperan.