Si tengo que decirte adios
quiero hacerlo con una sonrisa,
con la cabeza alta y mi pelo
moviéndose mecido por la brisa.
Siempre he sabido mi lugar,
nunca me muevo de mi sitio,
por eso tengo ahora tan
pocas cosas que empacar,
viajar ligera es mi vicio.
Ni tu vida ni la mía
en grandes cosas cambiarán;
quizá no haya música
en las tardes, puede que
Sagres no suene más...
No habrá museos, torres
ni jardines;
la vida no será en colores
y mi mirada azul buscará
otro destino, otros sonidos
y distintas flores.
Por lo demás,
todo seguirá igual;
ni bienes que dividir
ni afectos que repartir
ni papel alguno que firmar.
Yo seré libre de nuev
aunque jamás haya
querido esta libertad;
y tú vivirás encadenado
donde siempre has estado,
de donde no te moverás.
La vida es ese castigo
que los dioses nos mandan,
y cada cual elige qué
camino ha de tomar.
Tú ya has elegido
y nada te puedo yo reprochar.
Duro, real y merecido