Suena el despertador y son las cinco, me preparo para ir al trabajo, entro en la cocina y me hago un café acompañándolo de un cigarro, lo saboreo mientras pienso que hoy es el gran día. Ha llegado el momento, lo haré hoy, cuando salga del trabajo iré a comprar unos sacos, una sierra, y parare en la gasolinera a llenar el tanque de mi coche.
Vivo con el ser más inmundo, egoísta, cruel
no acabaría nunca de describirlo con insultos porque es lo único que me ha demostrado. Desde el día en que nos casamos se convirtió en una persona totalmente contraria a la que conocí, venía de madrugada a casa con los ojos ensangrentados , oliendo a alcohol, sin dinero, a saber donde lo había gastado, nunca llegábamos a final de mes, su aspectos era como el de esos drogadictos que van tambaleándose por las calles. Yo me solía hacer la dormida para evitar su encuentro, me levantaba dos horas antes de mi hora de ir a trabajar y salía sin hacer ruido para no despertarlo, pero a veces me esperaba despierto y no quedaba más remedio que aguantar sus insultos, vejaciones y palizas. Siempre me las curaba yo misma, incluso varias veces he tenido que coserlas yo sola, mientras inventaba la excusa que pondría a mis amigas en el trabajo, a veces me había quemado cocinando, otras resbalé con la fregona, o se cayó un mueble,
etc.
Pero ayer, lo de ayer no tiene excusa, llego antes de lo habitual, olía a perfume barato, y venía drogado. Me pidió que el hiciera de comer y no quedaba más que una tarrina de mantequilla y un bote de leche en la nevera, cual fue mi sorpresa que cuando me gire tenia una botella en la mano y golpeó mi cara, al mismo tiempo que me llamaba zorra y otras palabras del mismo estilo que no quiero recordar. Hoy me levanté con el labio partido, mi ojo izquierdo es una bola de color morado y no consigo abrirlo, uno de los cristales de la botella cortaron mi brazo y otro marco mi cuello, afortunadamente no llegó a cortar, y ahora él está ahí, tan tranquilo durmiendo, como si nada hubiera pasado, y yo he de irme a trabajar y evitar contacto con nadie para que no hagan preguntas.
Ya salí del trabajo, sólo una compañera pregunto si necesitaba ayuda y le dije que no, nadie pregunto porque estaba claro lo que ocurrió y todos sabían lo de mis caídas, no son tontos, nadie llega dos horas antes al trabajo y espera en el coche a que toque la sirena de entrada y una vez dentro va marcado a golpes, la gente sabe pero calla. Llegué
a casa y seguía dormido, así que cogí una bolsa de plástico, la acerque a la cama, la frote con amoníaco y se la puse en al cabeza, como estaba bastante ebrio no tardo en dejar de respirar sin poner fuerza alguna, sus ojos quedaron abiertos pidiendo auxilio pero era tarde. Lo arrastré hasta el baño y quité la ropa, puse cuerpo en la bañera y saqué la cierra, comencé a separar de su cuerpo sus extremidades, lo más asombroso fue que no sentí ni asco ni pena, mi odio podía con todo eso, las fui guardo en pequeños trozos en bolsas de basura y luego separé su cabeza del cuerpo, está vez al metí antes de cortar en la bolsa, porque tenía los ojos abiertos y la verdad, daba la sensación de que me fuera a hablar. Abrí la puerta trasera de la casa, allí estaba aparcado mi coche, abrí el maletero he introduje cada una de las bolsas que llevaban los trozos de mi pesadilla, de pronto oigo una voz detrás era mi amiga, la que preguntó si necesitaba ayuda, se quedó un rato mirando las bolsas y me pregunto que qué llevaba, y porque se veían tan pesadas. Se lo conté todo, esperando un grito y una estampida por parte de ella, pero no, me dijo que las llevaríamos a la granja de su abuela, que nadie iba allí salvo ella, y que sabía como acabar del todo con mi pesadilla.
Dos horas de carretera nos llevaron hasta una granja con aspecto abandonado al lado de un río, ella me llevo hasta el establo que olía fatal, un olor insoportable, cogimos un carro y lo llevamos hasta el maletero para transportar las bolsas. Volvimos a entrar al fétido establo y me condujo hasta donde más fuerte se hacía el olor, claro!, eran cerdos. Ella me dijo Vacía las bolsas ahí en el comedero, los cerdos comen de todo y llevo varios días sin venir a darles de comer- . Yo hice caso y los animales fieramente se lanzaron hacia los restos de quien fue mi marido, el ser más malvado que me llevo a la amargura y que ahora le devolví el billete dejándole donde se merecía. Cuando se acabo el festín, agarre a mi amiga de la mano y dándole las gracias salieron lagrimas de mis ojos, no eran lagrimas de tristeza sino de alegría, después de tanto sufrimiento mis cadenas fueron cortadas para poder vivir mi vida.