A menudo tengo la sensación de que la realidad no es más que un conjunto de acontecimientos que se suceden ante nosotros sin que podamos inmiscuirnos excesivamente en su constante fluir, siendo escasas las ocasiones en que tenemos la oportunidad de entrometernos para intentar distorsionar algo su rumbo inexorable, lástima que normalmente eso ocurre por una necesidad extrema de evitar la negativa influencia de nuestra perpetua dejadez, la ligereza de un insensato optimismo, o la inconsciente infravaloración de esa misma realidad, cosa que nos obliga a actuar para reducir en lo posible el conmocionante impacto de tan garrafales errores.