Vista.
En el albor de los tiempos, antes que las palabras, ya existÃan las miradas. Miradas de miedo o deseo. Miradas de felicidad o duelo. Miradas intensas o esquivas. Miradas que repugnan o cautivan. Miradas inocentes y asombradas. Miradas maliciosas y cÃnicas. Desgranando la letanÃa de las miradas se puede entender un alma que las asoma ante nuestra vista. Y lo mejor, el encuentro de miradas que todo lo hablan con los labios sellados por los sonidos del silencio. Sólo la muerte o la ceguera acalla la mirada y le resta la expresión de su paisaje. Paseemos nuestra mirada allá donde nace y se pone el sol de otra mirada, y que su luz y sus tinieblas no nos deslumbre y anieble la vista.
OÃdo
Órgano y sentido, ventana por donde entran los sonidos y son recogidos por mente y alma. Palabras, susurros, suspiros, gritos, silbidos Â…Es la palabra la que reina, de entre todos los sonidos, en la comunicación interpersonal. Palabras vacuas o plenas. Palabras tristes o entusiastas. Palabras honrosas o deshonrosas. Palabras de amor y desamor. Palabras que ensalzan o humillan. Palabras veraces o falsas. Palabras de aliento o desaliento. Palabras de comprensión e incomprensión. Palabras vulgares o lÃricas. En la génesis de las palabras está el Verbo, esencia personal de quien las emite. Con ellas podemos acariciar el alma de quien las recibe, o embarcarle en penoso sufrimiento. Con ellas transmitimos conocimiento, de nuestro yo y de lo que nos rodea. Respetemos y veneremos la palabra, por lo que comunica de alegrÃa, dolor, sentimiento y sabidurÃa.
Gusto
El más Ãntimo en la relación interpersonal. Labios y lengua en besos y caricias que degustan y gozan, que juegan y retozan. Papilas que exploran el sabor de otra boca, de otra piel y sus rincones, y se embriaga de ellos. Instinto básico alimentado por pasión y entrega. Gusto a miel o a sal. Gusto a monte o a mar. Gusto a oliva o a fresa. Gusto ácido o amargo. Variegados sabores capaces de enardecer, deleitar o encumbrar. Degustemos.
Olfato
Aromas y olores de otra piel cercana nos llega en efluvios a veces continuos, y otras con intermitencias, ambigüedades, o simplemente, no llegan. Como con el tacto, pueden resultarnos atrayentes o repulsivos. Considerando sus extremos, pueden despertar la más intensa de las libidos o el más contundente de los rechazos. Podemos también no percibir nada, por pasar de largo por nuestra indiferencia. Hay olores intensos o leves, tanto para bien como para mal. Otros neutros e indefinidos. Otros que embelesan o cautivan. Existe toda una quÃmica interpersonal. Feromonas que danzan en un aire en movimiento o estanco. Perfumes que lo impregnan. Aromas que nos recuerdan a naturaleza viva o muerta. A hierba o a tierra mojada. A menta o a espliego. A cÃtricos o a hortalizas. A incienso o a velas. Hay todo un ritual personal en este sentido, pero es el más inconscientemente percibido. Percibámoslo pleno.
Tacto
Es el contacto de nuestra piel con otra lo que deja su huella en nuestro corazón. Tacto liviano o fuerte. Tacto áspero o suave. Tacto repulsivo o atrayente. Tacto seco o húmedo. Tacto frÃo o cálido. Roce, caricia, golpe, apoyo o ensamblaje. Sensibilidad a raudales en esos kilómetros de paisaje táctil que se encoge, o se eriza, y que se empapa de sensaciones placenteras o dolorosas en su encuentro con otra piel. Nacemos llorando por ser separados de ese perfecto contacto materno, vivimos con el deseo de sentirnos parte de otra piel, morimos en triste soledad si la consciencia nos permite percibir que un tacto humano y querido no nos acompaña en nuestro final. Que siempre nos acompañe esa piel que amamos.
(Nomino a Pol, a Andrea y a Johnny)