Era un día cualquiera, yo volvía del instituto. Abrí la puerta y mis hermanos estaban hay, no habían ido al colegio. Mi madre volvía una hora antes del trabajo, estaba llorando. Y cuando le pregunto que por que están hay mis hermanos, podría haberme imaginado cualquier pregunta menos esa. El yayo ha muerto, le ha dado un infarto. Y justo en ese momento todos los recuerdos que tengo con él aparecen acompañados con miles de lágrimas. Ya nunca volveré a verle a escuchar su voz. A oír esos chistes tan malos cuando nos reuníamos toda la familia. El timbre cuando suene ya no estará él con dos melones ya no me volverá hacer esas cosquillas que me relajaban ni me engañara dándome el dedo en vez de lo que le he pedido. Y las lágrimas no dejan de caer escribiendo este texto dedicado a alguien que quiero y que jamás volveré a ver. Y llego la hora de ir al tanatorio, toda mi familia llorando, me preguntan si quiero entrar a ver al yayo. Quería pero no podía mi corazón me decía si y mis piernas no. Llega sábado y cuando me levanto aún espero que alguien me diga que todo fue un mal sueño, pero no es así mi madre había venido a por mi para volver al tanatorio. Y otra vez mi familia llorando y cuando sigo sin creérmelo, hasta que vamos al cementerio y lo entierran. En ese justo momento siento que mi mundo se me cae encima. Ahora es verdad ya no volveré a ver su sonrisa y las lágrimas no dejan de caer y caer y caer Solo quiero que sepas yayo que no me importa llorar, eso significa que un día fuiste y serás alguien muy importante en mi vida. Que duele mucho y con el tiempo ese dolor se irá. Se que conseguiré secar mis lágrimas pero que jamás te olvidaré.
