Aquel hombre se veía con una apariencia muy despreocupada, a pesar de que la madrugada lo planto borracho en las puertas del cementerio.
El hombre, comenzó a vociferar gritos y burlas hacia las puertas del cementerio, se agachaba emulando una grotesca versión del jorobado de Notre Dame, y trataba de emitir todo tipo de sonidos guturales y extraños, tratando de asustar a cualquier transeúnte que pasara desprevenido por aquel lugar.
En un momento dado, el hombre se percató de que no había resultado ninguno y que además nadie, obviamente, pasaría por las puertas del cementerio a esa hora, si lo hacían, era por la vereda de enfrente.
Aburrido ya, se apoyó en la puerta de rejas del cementerio con los ojos cerrados, en señal de cansancio, cuando de pronto alguien le toco el hombro a sus espaldas.
_ Con muchísimo gusto puedo ayudarte a visitar el cementerio ahora mismo, si es lo que tanto deseas, cuando yo te lo diga, debes darte la vuelta muy lentamente mirar al piso, esperar que tu piel desaparezca, y luego, solo deberás seguir mi voz.
El borracho antes de que aquella voz terminara, comenzó rápidamente a darse la vuelta.
_! No he terminado aún ¡- le advirtió aquella voz - pero dada tu mortal ansiedad, ya no podrás escuchar mi alarido recorriendo todo el cementerio, esta era la única oportunidad que tenías para que pudieras correr, y como no puedes verme, mi alarido congelara tu sangre, dejare tu piel aquí, y te llevare directo a tu sepulcro.
Muy bueno tu relato Diego, puedo imaginar esa voz como de ultratumba, que con solo esa frase "esperar que tu piel desaparezca", el terror se apoderaría de mi y la borrachera se me quitaría de golpe.
Un abrazo.
Si, ademas la inconsciencia de un borracho da para todo, y por lo general...percibe la mitad de las cosas, lo que es mas, es el único que podría dormir en un cementerio.