La paz primera de mi beso
es tu boca encendida en el remanso
y entonces tú, corazón de amanecida,
te iluminas de minutos infinitos.
Quisiera parar el reloj de los sentidos
para ser algo más allá del horizonte...
algo así como un pájaro violeta
sintiéndote en la piel...
en esa mirada dulce reposada
sobre este sueño que palpita,
raudo de emociones,
para sentirte más profunda.
Nace esta nueva luz de pacífico pleamar
y, en medio de las olas del silencio,
en honda raíz de amapolas
se convierte toda la existencia.
Muchas gracias, Regina. Te envío un abrazo amistoso y sincero. Feliz 2018.