De labios rosa muy más dulces que la miel,
ojos cafés, mirada profunda;
blanca, perfumada de rosas su piel,
suave cuan más no hay su mano fecunda.
Linda en cantidad,
aun más que el cielo;
a pesar de su tenue frivolidad,
ella es mi más grande anhelo.
De sarcástica sonrisa
y mirada coqueta,
esa que la piel me eriza
al tenerla cerca.
La que en su apariencia muestra fuerza y dureza,
pero es frágil y sensible en cantidad;
y aunque es un tanto perversa,
siempre va vestida de divinidad.
¡Mujer divina! ¡umbral de mis flamas!
cuan abundantes son la llamas,
de algo que es más que pasión,
en este mi corazón.