Es linda siempre. Siempre, en todas partes la vi así. Desde dentro de mí memoria y con cualquier accesorio en persona. Traía sandalias y a mí me encantaba, un poco maquillada y la adoraba. El olor que la cubre es solo de ella, no champú o perfume. Es ella bañada de experiencia, aires de vida y un poco de soledad.
La mujer que siempre quise. Aquella que no busca llamar la atención. Y cada vez obtenida sin querer fue por la sonrisa llena que tenía en su pequeño rostro ovalado, con la piel suave, un poco olvidada. Algo personal es la atracción por las que no son muy altas. Así que esta chica morena era de no creer que existe. Acomodada para mis brazos, con el cabello quebrado y dedos torpes que dibujaban sus sueños.
Con pocas curvas y de las que poseía mi favorita era su nariz redonda, que era mi segunda palabra favorita de un poema perfecto.

La descripción se queda siempre corta, jamás fui bueno para esto. Pero la meteré en un cajón de recuerdos para que cuando aprenda le de la grandeza que merece, por ser bonita y haber sido mía.