TusTextos

Sueños (segunda Parte)

Y yo, por alguna extraña razón, o un conjunto de ellas, empecé a confundir mis fantasías con la verdad, con lo que realmente pasaba, y por lo tanto quise intentarlo.
Hablé con mi papá y le dije que quería ir a probarme a un club de primera división (si, encima apuntaba alto). Recuerdo que mi viejo me miro, como anticipando lo que pasaría, y me dijo –bueno, yo voy a ir averiguar qué días hacen las pruebas-. Mi papá no era pelotudo, él sabía que yo nunca iba a quedar, porque me había visto, y con eso bastaba. No había que ser un experto, con verme jugar alcanzaba.
Como todo en la vida, uno piensa, planea, imagina, sueña, pero un día, un santo día, la realidad te golpea en la jeta. Esa tarde fui a probarme, y no hizo falta que nadie me dijera nada. Yo ese día supe instantáneamente que nunca iba a poder ser jugador de fútbol. Lo supe desde el momento en que el técnico me preguntó de que jugaba, y yo le respondí: -de veintidós-. Si, le respondí eso.
Dije veintidós, porque no solo jugaba mal, sino que no tenía idea conceptual del juego. Lo que yo quería decir en realidad, era volante por izquierda. Pero dije veintidós, porque ese era el número de camiseta que usaba el volante por izquierda de mi club en esa época.
Yo supongo que en ese instante, el tipo debe haber pensado que tenía algún problema de desarrollo mental. Habrá pensado –pobrecito este chico-. Y se lo vi en la cara, y entonces supe que el fútbol no era para mí.
A esta altura del relato, tanto el entrenador como yo, ya sabíamos que no podía jugar al fútbol ni diez minutos en ese club, ni en ningún otro. Sin embargo, no me rechazaban. El tipo al final de cada entrenamiento me decía –vos veni el próximo nene-
Fui durante unos cuantos, seis, siete, no recuerdo bien. Y un día solo, dije -no voy más-. No lo dije así nomás como lo cuento ahora, hice el respectivo duelo, lloré como un condenado con mi viejo al lado.
Quince años después, contaba la historia en un almuerzo familiar como algo heroico, una hazaña: - a mí no me rechazaron- ese era mi argumento, triste pero real.
Y mi viejo me confesaba, así al pasar, que él había ido a hablar con el entrenador para que me dejen jugar por un tiempo.
Entonces me pasaron tres cosas: Se terminó de desmoronar la vaga y resacosa idea de que tenía algún don futbolístico. Sospeché que aquel único partido de básquet oficial que habia judado, también fue un fraude. Y me empece a dar cuenta, que mi papá siempre me estuvo enseñando, a ser papá...
Erodoto18 de noviembre de 2015

Más de Erodoto

Chat