No me exijas ninguna explicación.
¡Te quiero!, simplemente,
murciélago rosado.
Y para socavarte de dudas el alma,
te confieso, que te quiero desde el momento mismo que te engendraron.
Podrás seguir tranquilo
tu aparente vuelo en círculo vicioso
por la noche blanquecina.
Conozco tu especie,
más aún,
te conozco a vos.
Se muy bien la espiral que trazas
y confío
que tu destino
es luminoso.
Aunque vos, claro,
no lo sepas
aún.