El verde cubrÃa toda la ladera, un grupo de pájaros bebÃa el agua transparente del riachuelo, que con alegre melodÃa, bajaba dibujando curvas de trazos caprichosos. Los árboles habÃan empezado a deshojarse, arrullados por un suave viento que desnudaba sus ramas.
Un tÃmido sol presidÃa el cielo, un cielo manchado por estilizadas nubes blanquecinas, que coquetas, se exhibÃan en imperceptible movimiento.
En el valle, los escombros cubrÃan el cuerpo propietario de una mano solitaria, que abierta buscaba inútilmente su total liberación, unos perros cubiertos de polvo olisqueaban un cadáver que yacÃa con la cabeza destrozada.