Sabía mezclar el olor de sus sueños y, el sabor de sus ganas.
Como siempre y como nunca, rememoraba lo no hecho.
Ese café, un recuerdo recién colado.
Esas ganas, un tanto amargas, pero en su vergel, néctar de buena caña.
En su vino; de eximio buqué, abundaba buena y rica tinta para seguir escribiendo.
En su piel, aunque ya con letras; sin embargo, había selva virgen aguardando poesía.
Me gusto mucho.
Saludos.