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Volví Entre El Ruido de Mear, Y...

Escapamos con Matias de la marcha, de la última concentración festiva
entrada ya en decadencia por el alcohol y los envases que hacían
trastabillar incautos drogados. El ruido de los gritos y la muchedumbre
deseaba ir en aumento, yo quería irme, la caminata sería pesada. Saludamos
y adiós, siempre yo guiando a mati entre ls laberintos de gentio,
pretendiendo que no sea atropellado, entre laberintos de semáforo y auto.
Una lluvia venía, de alguna parte, su olor se mezclaba con el del smog
dándole densidad al aire. Anduvimos debajo de las luces amarillas,
cruzando desencantadas doñas de abrigo y cartera. Siempre quise robar
alguna, en su cara, amenazarla con apuñalarla, para que luego vuelva a su
departamento o piso y pueda quejarse con razón de la mezcla de personas
y de lo peligrosa que es. A gusto estaría la vieja de que le confirmen
su xenofobia. Yo soy pelado, se que en la capital provoco cierto miedo
a algunos imbéciles.
Asi, cortajeamos camino inmersos en la brillante avenida Corrientes,
hasta más allá del Obelisco cuya punta se teñía del espeso vapor de nube
descendiendo a medida que la presión alta se establece. Aún lo hace, la
pesadez en insoportable de a ratos.
Unas cuadras y algunos desvíos después, combinando mi forma de ver el
con su forma de direccionarse, nos habíamos perdido y desvíado (más tarde
supimos) más de seis cuadras. Volviéndo en silencio y en la verdadera
dirección, la escena nocturna era indiscutible, como lo imposible de
discurrir con esas edificaciones de veinticinco pisos acartonados.
La niebla pesadísima, obstruyendo la vista al frente, a cada costado y
al cielo hizo al cabo de un par de estacionamientos y hierros que ni el
Señor Jesús se encuentre en la calle. Ni un alma, ni un nada, nosotros
dos caminando sain control aparente pero en alguna dirección, si. El
frío humedo complicaba la rspiración, caminar también era... Yo no me
encontraba específicamente fijado en el hecho de no dejar de pensarla sino
al contrario, en que las condiciones adversas y la hora simplemente
me impedía pensar en ella. La concentración coarteaba toda memoria
nostálgica cuando una distracción podía resultar en el más vil atropello
o peor, podría hacernos perder completamente mientras aumentaba la bruma,
era todo cuestión de minutos como si se acercase una ola monstruosa. Me pesaba profundamente este bloqueo, pero seguía caminando, como en busca del momento que ella si me fuera un pensamiento fácil. Andando con Mati como por una matriz perdida... Perdido, si en aquél momento hubiese perdido en la marcha definitivamente a Matias, estaría tal evz caminando por esta misma vereda (o en la dirección contraria) así de enconfrado y dando las zancadas típicas mías, pero triplemente abstraído. Ya de por si los comentarios de 'del día que pasó' o 'la lluvia que se viene' o 'el camino a seguir' mezclaban mis láseres concentrados con la charla futil-
Ahora, recostado, desearía que llamara... no sabría si llamarla yo (¿qué
interrumpiría en su existencia momentánea si lo hiciera...?)

Algunas noches las personas se acercan tanto... de esas diminutas cosas
que le dan razón y rienda a todas las otras más grandes pero inservibles.
De pronto doblamos bastante endurecidos de frio, de pronto nos volvimos a perder. Sin decir nada, ni siquiera marcaba el paso: olía simplemente Retiro a la distancia, sólo esperaba ver algo 'reconocible', un edificio,
lo que fuera. Ella se me interponía como un quiste, como ahora que intento
apresarla en la página mientras encadenado al camastro planeo la mejor
forma de domar la fiera estúpida escribiendo. Escribir, al fin y al cabo,
para ella. Ni puta idea de lo que estará haciendo esta noche. Ninguna de
ellas era enteramente mía ni tampoco estaba aislada en su totalidad,
flotaba eso si, como niebla.

No se dónde fue que doblamos exactamente, Mati reconoció un pasillo
al lado del hotel Sheratton, un ancho pasillo, un largo pasillo cuya ligera
curva me daba a entender una salida tal vez. Entre las chapas filosas
y opacas a la derecha y los costados de edificaciones engalanadas al otro
lado, sólo respiraba el aire por ese pasillo y nada se interponía,
excepto por ese puesto de diarios cerrado, o bien abandonado. Recuerdo a la izquierda una edificación estáticamente blanca, cuyos pisos en disminción de anchura le daban un cierto aspecto de erección. No pretendo que se me entienda (así debe comenzar desde dentro siempre quien escribe)
Ese pasillo, de pronto Buenos Aires traía en sí un bestial silenciador,
bajo él, Mati decidió detenerse a orinar al costado del puesto de diarios.
Encontrar en la capital un espacio en donde en paz es... es imposible casi (todos parecen encontrar alguno igual) Yo no estaba urgido, pero preferí aprovechar la soledad y le imité del otro lado, urgido tengo que decir por hacerlo a través de una rendija en el puesto, cosa de mearle adentro, cosa de que el lunes abrieran el local (o no...) y hediera. Lo cierto era obvio, odiaba mucho este lugar, este Buenos Aires vampírico de noche, vendido de dia. La idea del pis me emocionó como venganza terminal al punto que terminé aún con más empeño que al inicio. Pero dije, no me urgía tanto, cuando terminé primero y oyendo involuntariamente el repique del otro sonido mecánico germinal, me dispuse a dar unos pasitos vagos por las placas blancas del suelo del pasillo esperando a mi viejo amigo (viejo es un decir)... Este recodo de la capital se sentía casi atemporal, o me encontraba yo fuera de mí mismo o bien el tramo del paso desencajaba dramáticamente con el resto de la tierra. No evito levantar la cabeza, ni me privo del placer raro ni lo desaprovecho:
un verdadero minuto para pensarla, antes de volver a... a volver.
Más lejos y más alto que la construcción blanca, mis deseos y anhelos se
esparcían con la velocidad y fuerza de la correntada de neblina, elevados
un poco, remontados, como la espesura al cielo violeta amoratado.
¿Esparcir? ¿correntada de neblina? ¿o sería llovizna? Qué visibilidad
imposible, tan similara a una maldita nevada, me siento lleno de bóvedas.
Maldita, maldita por imaginaria, no era más que vapor de aire a altísima
presión pariendo milimétricas lloviznas, se veía realmente triste. Me
faltaba tanto, si cayera del cielo ahora contra toda probabilidad,
partiría mis piernas por sostenerla intacta, y que luego me llame la
ambulancia por favor, asi de presurosa y radiante, falta de experiencia
amarga como la veo en mis imaginarios... Mati se acercaba lento como
siempre, ajustándose el cinto. Jamás...

Todos esos hermosos conceptos frios míos, erectos como cada edificación,
como feos mutantes marsupiales en el suelo, en la quietud, todos esos
conceptos blancos, blancos y duros que me enchían de orgullo y lo han hecho por tiempos, perdidos desde la cabeza en la ilusión, suerte de magia (o resultado de maldiciones conjuradas por conciencias superiores), la ilusión de establecer contacto con el pensammiento, o de que yo mismo pueda contactarme conmigo pensándola. Me sobrepasaba, más alto que cada una de esas abominaciones de la ingeniería. Toda esa ilusión cual nieve era la mentira indivisible e intocable, pero lo más similar a la verdad que vi, lo más comparable a ella. O a como ella se me presentaba. Encandilaba ver el poderío másico del hombre arrogante comido por un sueño, por ilusiones ópticas celestes. Niebla.
Tanto asi compenetrado por la sensación, dando pasitos más que zanacadas, como queriendo no alejarme de esto que odio pero no alejarme, no aleajar...
pasitos, pasitos. Era lo más cerca que mi persona estaría de la suya, de
esa boca de labio inferior grueso y bueno, ya el hecho de caminar era
alejármele. La niebla estaba demasiado baja, o mi mente demasiado arriba, casi era como sentir la estratósfera descendiendo y asfixiando con su nada. Qué cielo más gracioso, se me ocurre pensar. Si no me siento arrogante o al menos divertido muero acá.

'Ella, jóven y veloz, con unos cenetanres de años menos que yo, en su
microplaneta miraba sesenta puestas de sol en un día'.

La estructura caminaba desmoronándose, regando la vereda de sus pedazos
gritones: ojalá esa niebla pudiera comerse al fin mi cabeza antes de que
las cuatro cuadras que me separaban de Retiro terminaran el trabajo, ojalá no estuviera tan agotado por fuera como para andar derecho ni tanto asi por dentro... ya estaba soñolienta mi mente en otra bola de cavilaciones frias.
A veces la niebla ondulaba demasiado bajo, que se coma mi cabeza... tal
como se engullía tranquilamente la siguiente cuadra. Desde cierto punto
probablemente se vería toda la ciudad entera bajo esa manta de telaraña
desplegada, llamando a la presión.
Era un martirio o mejor, un delirio: De pronto la niebla se comía incluso
el segundo piso de las Torres Catalinas, y luego nada, nada más que
nada. La Conciencia Cósmica presionando ciertas áreas, algunas personas
en particular, la venganza de esa Conciencia como un hecho interminable. Otros, de seguro padeciendo algo similar (o eso quería creer) se doblaban o borraban mezclados con las luces de neón eternas en este lugar que nunca
se quiere apagar del todo. Pero estaban lejos esas formas, esas formas eran lo mínimo.
Siempre alguien padece, siempre hay un neón automático más, una catacumba de acero. Qué plaga. La pesadez intangible del sueño, definitivamente soy como aquellos edificios, perdiéndome en el delirio de su imágen que no podía pensar, que no podía tampoco pensar por qué es que no llegaba a pensarla bien. Ella, bajo ese cielo en cualquier parte, ella bajo un techo, escrutada por mis ojos de espécimen turbado.

Amé siempre toda imaginación que pretendiera acercarme a ella
inocentemente y sin embargo, y sin embargo esto, esto triste es lo más
cerca de su boca que puedo, que estaría hoy o por mucho tiempo tal vez.
Todo el aire cual plomo, las vidriosas monstruosidades de la capital
hundidas en el diente necro violeta del plexo universal interconectando
todo con electricidad natural. Yo, entrecerrando los ojos medio segundo
cada tantos segundos, anhelando que me arrebate esta niebla, este basural
airoso, que me arrebate hasta la muerte o más allá de ella, donde pueda
soñar tranquilo son tropezarme. Bailando mis piernas un zig zag, cosa de
no patear mis pedazos pegoteados al asfalto de brea. Hería.

Ahora pienso mejor en esta cama o mejor dicho, más.Una boca... una
escuela, un piano más alegre.

Cuando al fin me senté en el tren para sacar la libreta y tratar de
exprimir este fantasma, otro, el de la racionalidad futura sin raiz, bien
me dijo que lo sucedido no era otra cosa sino los primeros síntomas:
Cada vez la rcordarías menos, por mucho y mucho que la machaques y
exprimas. Luis, dejá de hacer fuerza porque hiere.
Gentio07 de mayo de 2012

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